lunes, 26 de enero de 2009

San Marcos
LA ALTA DIRECCIÓN
NO FUNCIONA


Intervención del Dr. Víctor Peña, Vicerrector Académico de la Universidad de San Marcos en la sección informes de la sesión ordinaria de la Asamblea Universitaria realizada el 22 de diciembre de 2008
Señores asambleístas:
El 29 de mayo del 2006, tuve el honor de recibir por parte de la Asamblea Universitaria el encargo de administrar el Vicerrectorado Académico de la Universidad Mayor del país. Fueron más de setenta votos que confiaron en mi persona, y seguro en mi experiencia de profesor universitario, para ejercer una autoridad de acuerdo a las atribuciones señaladas en la Ley Universitaria 23733, el Estatuto de la Universidad y el Reglamento de Organización y Funciones.
Después de treinta y un meses, no obstante que la normatividad continúa siendo la misma, lamentablemente las atribuciones conferidas han sido cercenadas a punto de limitar el trabajo que tenemos diseñado para el desarrollo del área académica.
Con mucho entusiasmo y seriedad convoqué a un equipo de trabajo, constituido por docentes-investigadores como yo, cuya calidad académica y solvencia ética nadie puede negar. Ningún familiar sanguíneo ni político forma parte de este equipo: no tengo nexo de ese tipo con ningún trabajador de la universidad. Con este equipo de trabajo diseñamos el Plan Estratégico 2007-2011 del Vicerrectorado Académico bajo la idea de que San Marcos se convierta en una universidad supranacional hacia el quinto centenario de su fundación. Entendíamos de que no se trataba de un documento lírico, ni mucho menos un documento burocrático más, se trataba de un documento básico de gestión en el cual se establecen los lineamientos de política con visión de largo plazo.
En este sentido, tomamos el cuidado de incluir los siguientes aspectos fundamentales:
1) El desarrollo humano.
2) La gestión del conocimiento.
3) La reforma académica y actualización curricular.
4) La revolución tecnológica y digital.
5) La ecología del saber.
A partir de ello comenzamos a organizar nuestras actividades, tales como, por ejemplo, los programas de desarrollo académico con la finalidad de promover la actualización de los planes de estudio, una reforma académica y estándares internacionales de calidad en la formación que se debería ofrecer en nuestras aulas. Estos programas son siete, el primero fue el programa de Iniciación Científica (PIC), luego, estructuramos los programas de Análisis Curricular (PAC), de Movilidad Docente (PMD), de Innovación en Laboratorios de Enseñanza (PILE), de Apoyo a las Bibliotecas de las Facultades (PABF), de Apoyo a las Ediciones Académicas (PAEA) y de Movilidad Estudiantil (PME). Todos ellos cuentan con sus respectivos reglamentos, aprobados por resolución rectoral, así como sus presupuestos.
Desde nuestra óptica, era fundamental que las unidades dependientes del Vicerrectorado Académico recuperaran su autonomía de gestión y contaran con el respaldo, la orientación y la supervisión de este Despacho para obtener resultados que significaran avanzar hacia la meta soñada de hacer de nuestra universidad una de las mejores de América Latina. Fueron criterios técnicos y académicos los que primaron en la designación de los responsables de cada unidad.
Todo este proceso, cuyos resultados positivos fueron conocidos por la comunidad universitaria, se vio truncado cuando por Resolución Rectoral se establece la reorganización de los centros de producción.
Por otro lado, nuestra posición frente al intercambio vial fue no de oponernos a la modernización de la ciudad y las necesidades de la población, sino que San Marcos enarbolara el respeto a los derechos de la casa de estudios más antigua de América, de modo que a los docentes, estudiantes y trabajadores que cotidianamente convivimos en este campus se les considere y respete, como a los otros vecinos. Procuramos que sean criterios técnicos y consideraciones sobre la calidad de vida, es decir contra la contaminación y en defensa del patrimonio arqueológico de nuestro país, aquellos que sirvieran de guía en las negociaciones. Nuestra posición fue desoída y continuamos hasta el día de hoy con graves problemas al respecto.
Desde hace más de un año que el Rector no se reúne con la Alta Dirección de la Universidad. Es decir, no convoca a los Vicerrectores Académico y de Investigaciones, elegidos ambos por la Asamblea Universitaria, para –ni siquiera- tratar temas de gestión cotidiana, ni mucho menos problemas derivados del intercambio vial, ni los demás que atañen al desenvolvimiento de la vida institucional. El Rector ha optado por tratar los asuntos de la universidad Decana de América a través de consejillos informales, no reconocidos ni en la ley y el estatuto, al cual inclusive dan cuentan altos funcionarios de la universidad.
Por todo lo señalado, estoy cumpliendo con informar en este recinto, ante el órgano superior de gobierno de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en resguardo de mi responsabilidad funcional y en respeto a la comunidad universitaria que me eligió.

domingo, 25 de enero de 2009


Ciencia:
YEHUDE, BARACK
Y ALAN
Modesto Montoya

Cuando Yehude Simon era presidente de la Región Lambayeque afirmaba que no podía haber gobierno regional sin universidad ni universidad sin investigación. Durante el CADE 2008, luego de escuchar la conferencia “lecciones del futuro” de Wolfgang Grulke, le pregunté qué pensaba ahora para Perú. Su respuesta fue “hay que ponernos a la altura de las circunstancias” . Y las circunstancias son preocupantes tanto para el Perú como para los países industrializados occidentales.
En Estados Unidos, Barack Obama, en una entrevista ofrecida a revista Nature, muestra su preocupación por el déficit de 53 mil millones de dólares que tiene Estados Unidos en su balanza de productos de tecnología avanzada. Teme que la situación no mejore si los estudiantes se alejan de la ciencia. Hace 30 años, Estados Unidos era el tercer país con mayor proporción de graduados en ciencia o ingeniería; hoy es el décimo séptimo. Como consecuencia de ello, entre 2000 y 2006, en tasa de crecimiento de número de solicitudes de patentes por país de origen, en términos porcentuales, Estados Unidos se sitúa tercero (2.0), detrás de China (5.4) y República de Corea (3.5).

Las fundaciones norteamericanas para la ciencia sólo tienen recursos para financiar uno de cada diez proyectos presentados, frenando o bloqueando la carrera de muchos jóvenes científicos. Esta disminución en la inversión en ciencia en Estados Unidos se produjo cuando otros países la incrementaban. En ese marco, Obama prometió duplicar en diez años la inversión en investigación básica en física y ciencias de la vida, matemáticas e ingeniería.
Para Obama, las reformas en las normas inmigratorias después del 11 de septiembre desviaron a los mejores y más brillantes profesionales extranjeros hacia otros países. Ante ello, promete mejorar los programas de visa de residentes para atraer hacia Estados Unidos a la gente más talentosa del mundo.
El problema también se presenta en Europa. Varios rectores de universidades francesas, que han venido al Perú para promover los estudios en Francia, también han manifestado su preocupación; “no tenemos candidatos suficientes para la investigación, los mejores se van hacia las matemáticas financieras porque les pagan 10 veces más que se quedan en la ciencia”.
Regresando al Perú, en su reciente artículo, el presidente Alan García se ha referido a la vieja economía de las cosas materiales, la que está siendo sustituida por la economía de la información.
El presidente García menciona, además, capacidades productivas nunca antes vistas. La digitalizació n que recién se inicia, la genética que está en sus primeras etapas, la nanotecnologí a que varía las propiedades y la aplicación de la materia. Obviamente se refiere a realidades extranjeras.
En el Perú, no tenemos un sistema de ciencia y tecnología que articuladamente empiece en serio la investigación en esos campos. El número de investigadores científicos activos en las universidades e institutos del Perú es similar al número de investigadores de una universidad de talla mediana de Estados Unidos. La edad promedio de esos investigadores peruanos es de 55 años.
Mientras eso ocurre, el Congreso de la República del Perú, a través de la Ley de Presupuesto, en el 2006 reestableció la prohibición de nombramientos de científicos en los institutos de investigación del Estado.
Los países que no participen en descubrimientos e inventos deberán importar sus productos o pagar los correspondientes derechos de propiedad intelectual. Esperanzarse en el precio de las materias primas para resolver los problemas de un país es apostar a perdedor. Las materias primas cuentan por la quinta parte de la riqueza de los países.
Nos dice el presidente García que la elección de Barack Obama contribuirá a la serenidad. En realidad, Obama tiene diseñada una estrategia para atraer los talentos del mundo, talentos que son generadores de riqueza. Habrá mayores facilidades para que investigadores científicos y tecnológicos emigren a Estados Unidos mientras que el Perú facilita que se vayan.
Para evitar la pérdida de nuestros talentos, urge la articulación de los institutos, universidades y empresas en torno a temas en los que seamos competitivos, y a programas serios de retorno de los científicos e ingenieros peruanos que trabajan en laboratorios extranjeros. Las cuatro quintas partes de la riqueza de los países vienen del conocimiento, particularmente el conocimiento científico. Sin ciencia, el futuro es incierto.

Lima, 18 de noviembre 2008
EL FUTURO
SIN CIENCIA

Modesto Montoya
En su reciente artículo, el presidente Alan García se ha referido a la vieja economía de las cosas materiales, la que está siendo sustituida por la economía de la información. Luego, por enésima vez, menciona los trillones de dólares (millones de millones de millones) provenientes de los petrodólares. A saber, el consumo mundial de petróleo anda por los 30 mil millones de barriles al año. Para hacerlo fácil, supongamos que el precio sea de 100 dólares por barril. Eso significa que anualmente el mundo consume 3 millones de millones de dólares, es decir unos 3 billones de dólares en petróleo (la quinta parte del PBI de Estados Unidos). Esta cantidad está lejos del trillón de dólares que varias veces ha mencionado el presidente García.¡El error es de 6 órdenes de magnitud, un millón de veces mayor que en la realidad! Sus asesores parecen haber no tener idea de las dimensiones de las cosas.
El presidente García menciona, además, capacidades productivas nunca antes vistas. La digitalización que recién se inicia, la genética que está en sus primeras etapas, la nanotecnología que varía las propiedades y la aplicación de la materia. Obviamente se refiere a realidades extranjeras. En el Perú, no tenemos un sistema de ciencia y tecnología que articuladamente empecemos en serio la investigación en esos campos.
El número de investigadores científicos activos en las universidades e institutos del Perú es similar al número de investigadores de una universidad de talla mediana de Estados Unidos. La edad promedio de esos investigadores peruanos es de 55 años. Mientras eso ocurre, el Congreso de la República del Perú, a través de la Ley de Presupuesto, en el 2006 reestableció la prohibición de nombramientos de científicos en los institutos de investigación del Estado y hasta ahora no corrige tan grave error estratégico.
Es cierto que los descubrimientos y solución de problemas se realizan cada vez más rápido. El problema es que los países que no participen en esos descubrimientos y soluciones deberán importar sus productos y pagar los correspondientes derechos de propiedad intelectual. Esperanzarse en el precio de las materias primas para resolver los problemas de un país es apostar a perdedor.
Las materias primas cuentan por la quinta parte de la riqueza de los países. Nos dice el presidente que la elección de Barack Obama contribuirá a la serenidad. Tenemos que saber que el presidente electo de Estados Unidos tiene diseñada una estrategia para atraer los talentos del mundo, talentos que son generadores de riqueza. Y lo hace para frenar el crecimiento de su déficit en productos de tecnología avanzada (50 mil millones de dólares). Habrá mayores facilidades para que investigadores científicos y tecnológicos emigren a Estados Unidos. El Perú perderá sus talentos.
Para empeorar las cosas, durante los 7 años de crecimiento, no ha habido aumentos para los científicos de la mayoría de los institutos de investigación científica y tecnológica, a pesar que durante este tiempo el Perú no dejó de crecer. Pueda ser que el Perú siga creciendo. Lo que debemos saber es que el crecimiento es relativo. La brecha con los países que han apostado a la ciencia y la tecnología como China y República de Corea se está abriendo cada vez más.
Con calma le pedimos al presidente Alan García que presente al Perú un plan estratégico para desarrollar el conocimiento científico y tecnológico, para articular los institutos, universidades y empresas en torno a temas en los que seamos competitivos. Para tener éxito en cualquier plan tenemos que promover el retorno de nuestros científicos e ingenieros que trabajan en laboratorios extranjeros. Debemos apostar al conocimiento que es lo que más vale en este siglo. Las cuatro quintas partes de la riqueza de los países vienen del conocimiento, particularmente el conocimiento científico. Sin ciencia, el futuro es incierto.
Lima, 9 de noviembre 2008
P.D. El 3 de diciembre, 2008, la presidenta Dra. Cristina Fernández, junto al ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Dr. Lino Barañao, anunció la promulgación de la "Ley Raíces" que estipula que el Programa Raíces (Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior) es política de Estado. También se presentó al científico repatriado Nº 600, Dr. Adrián Turjanski.

REFORMA DE CÓRDOBA
ACTUALIDAD Y DESAFÍOS

Carlos Tunnermann


La Reforma de Córdoba fue el primer cuestionamiento serio de la universidad latinoamericana tradicional y, según algunos sociólogos, marcará el momento del ingreso de América Latina en el siglo XX. Las universidades latinoamericanas, como fiel reflejo de las estructuras sociales que la Independencia no logró modificar, seguían siendo los "virreinatos del espíritu" y conservaban, en esencia, su carácter de academias señoriales.

Hasta entonces, universidad y sociedad marcharon sin contradecirse, pues durante los largos siglos coloniales y en la primera centuria de la República, la universidad no hizo sino responder a los intereses de las clases dominantes de la sociedad, dueñas del poder político y económico y, por lo mismo, de la misma universidad. El Movimiento de Córdoba, que se inició en junio de 1918, fue la primera confrontación entre una sociedad que comenzaba a experimentar cambios de su composición social y una universidad enquistada en esquemas obsoletos.

La Reforma de Córdoba trajo a las universidades latinoamericanas la autonomía universitaria, como su fruto más preciado. Su conquista ha sido fundamental para el desarrollo de nuestras universidades desde entonces. La renovada función social de la educación superior defendida por el Movimiento Reformista, así como la elección de las autoridades universitarias por la propia academia y el cogobierno, son postulados que hoy están consagrados en las leyes y estatutos universitarios de la región.

Córdoba marcará un hito en la historia de la universidad latinoamericana: "la Universidad, después de 1918, no fue lo que ha de ser, pero dejó de ser lo que venía siendo", afirmará Germán Arciniegas: "1918 fue un paso inicial, la condición para que se cumpliera el destino de la Universidad en América como Universidad". Si bien la Reforma no logró el cambio de nuestras universidades en el grado que las circunstancias exigían, dio pasos positivos en esa dirección. Su acción se centró, principalmente, en los aspectos organizativos del gobierno universitario, como garantía de la democratización que se buscaba.

Fue menos efectiva en cuanto a la reestructuración académica de la universidad, que siguió respondiendo al patrón napoleónico profesionalista. Pero, en una perspectiva histórica, Córdoba será el punto de arranque del proceso en marcha de la reforma que tanto necesitan nuestras universidades, proceso que debe conducirnos al diseño de un modelo más ajustado a nuestras necesidades, a nuestros valores y a nuestras genuinas aspiraciones democráticas.

En este sentido, Córdoba sigue señalando el rumbo: robustecer nuestra propia identidad para dar una respuesta extrayendo de este Movimiento lo que tuvo de auténtico, e inspirados por su misma vocación latino-americanista. Córdoba fue el primer paso. Un paso dado con pie firme y hacia delante. Con él se inició un movimiento original, sin precedentes en el mundo. Ecos de este movimiento resonaron en el Mayo Francés, en Estados Unidos, en 1968, e incluso en la "Declaración Mundial sobre la Educación Superior para el Siglo XXI" (promulgada en París en 1998). El "Grito de Córdoba" no se ha extinguido. "Está aún en el aire", como afirmará Risieri Frondizi. Así, Córdoba sigue siendo para nosotros, la reforma por antonomasia.


Carlos Tünnermann Bernheim (Ex Ministro de Educación de Nicaragua durante los cinco primeros años de la Revolución Sandinista, Embajador de Nicaragua ante Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos (1984-1988) y ex Rector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua.) (Fragmento del capítulo "La reforma de Córdoba: vientre fecundo de la transformación universitaria")

Le Monde Diplomatique
4-11-08
POSNEOLIBERALISMO
Y EXCELENCIA ACADÉMICA

Pablo Gentile

América Latina, noventa años después del estallido de la Reforma Universitaria de Córdoba, enfrenta una coyuntura política de enormes oportunidades y expectativas democráticas. La emergencia de nuevos Gobiernos, con diferencias y especificidades nacionales, pero surgidos de luchas populares y de procesos de movilización social que fueron fundamentales para minar la legitimidad del proyecto neoliberal, abre esperanzas y actualiza una agenda de desafíos democratizadores en todo el continente.
La coyuntura exige una gran dosis de creatividad y responsabilidad para poder avanzar en la construcción de una nueva reforma universitaria que, de una manera efectiva, amplíe y consolide instituciones académicas inclusivas y de calidad, o sea, de "excelencia". Sin embargo, las nuevas Administraciones posneoliberales deben tratar de huir de las trampas que el neoliberalismo les ha dejado, en un sendero repleto de señuelos y cantos de sirena, donde la tentación del discurso tecnocrático puede ser el primer paso en dirección al fracaso.
Entonces, discutir pues el significado del tipo de "excelencia" que debe guiar las políticas universitarias de Gobiernos que aspiran a revertir la herencia de exclusiones y discriminación dejadas por el neoliberalismo, parece no ser un tema menor. Hoy, más que nunca, debemos enfatizar que un proyecto de universidad que construye su "excelencia" sobre la base de la omisión o la indiferencia frente a las condiciones de vida de millones de seres humanos y a su incapacidad, declarada o no, para luchar contra la opresión y contra la persistencia de las desigualdades que produce cotidianamente la tiranía del mercado, suele ser un proyecto de universidad donde la "excelencia" acaba siendo la coartada, el pretexto quizá más efectivo para justificar su cinismo y su petulancia intelectual.
Noventa años atrás, el Manifiesto Liminar de la Reforma de Córdoba nos alertaba: "[nuestras universidades se han transformado en] el lugar donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara". La "excelencia académica", del mismo modo, no puede fundarse en un proyecto de universidad que prescinde de la especificidad que poseen las instituciones de educación superior y del radical poder desestabilizador que se deriva, potencialmente, de esta especificidad.
Las universidades democráticas deben ser espacios de producción y difusión de los conocimientos socialmente necesarios para comprender y transformar el mundo en que vivimos, entenderlo de formas diversas y abiertas, siendo el ámbito inexcusable donde el debate acerca de las múltiples formas de comprensión y construcción de nuestras sociedades se torna inevitable y necesario.
Las universidades nos ayudan a leer el mundo, a entenderlo y a imaginarlo. Para esto, la producción científica y tecnológica constituye una aportación fundamental, entendiendo así que el monismo metodológico y que el sectarismo teórico no son otra cosa que obstáculos que impiden una comprensión crítica de nuestra realidad histórica. Descolonizar las universidades para contribuir a la lucha para la descolonización del poder, parece ser un lema de gran actualidad que resuena intenso en la memoria viva del movimiento reformista, aun cuando éste, casi un siglo atrás, estaba inevitablemente contaminado de un prometeico iluminismo.
La "excelencia académica" tiene que ver, por lo tanto, con la democratización efectiva de nuestras universidades, con la democratización de las formas de producción y difusión de saberes socialmente significativos y con la propia democratización de las posibilidades de acceso y permanencia de los más pobres en las instituciones de educación superior. Fuera de este marco, las universidades parecen condenadas a buscar su redención en la obsecuencia con los tiranos, sea cual fuera su origen y su época, sea cuales fueran las razones que ellos buscan para justificar su propia existencia.
La "excelencia académica" cobra sentido así en las oportunidades efectivas que las universidades crean para "revolucionar las conciencias", como dirán los reformistas; en las condiciones materiales y simbólicas que ellas ofrecen para desestabilizar los dogmas que imponen los poderosos; en la lucha contra el autismo intelectual que nos proponen los dueños del poder y replican sus mediocres acólitos, ocultos tras la toga de la prepotencia.
Dirán los reformistas, en 1918: "el chasquido del látigo sólo puede rubricar el silencio de los inconscientes o de los cobardes". Hacer de esta expresión una guía de acción es, quizá, un indicador de excelencia más efectivo que el ofrecernos cualquier prueba de aprendizaje aplicada a los alumnos. La actual hora americana, parafraseando a José Carlos Mariátegui, nos interpela a reconocer que el proyecto de la Reforma posee una enorme actualidad ya que, por sobre todas las cosas, constituye un contundente discurso ético, público, sobre nuestras universidades y sus prácticas cotidianas. Construir las universidades como un valor imprescindible en la lucha contra la opresión y la injusticia, nos ayuda a recuperar el valor que han perdido nuestras instituciones de educación superior en una era donde las desigualdades y la explotación se volvieron datos aparentemente irrelevantes.
La universidad construye valores y, al hacerlo, se construye a sí misma como aparato de reproducción de la tiranía o como espacio público de producción e invención de utopías. En 1918 se gestaban los trazos de una utopía de emancipación y revuelta, herencia que sería recuperada cincuenta años más tarde, cuando, en 1968, desde las barricadas de París, Praga, México, Estados Unidos, Alemania e Italia, los estudiantes volvieron a tomar las calles, clamando por justicia e igualdad.
Los tiempos, sin lugar a dudas, han cambiado y, vaya paradoja, aunque diversos gobiernos populares se multiplican por todo el continente, las utopías libertarias y socialistas, humanistas y democráticas que inspiraron a los movimientos emancipatorios durante todo el siglo XX, parecen aún dispersas, tenues y, por momentos, insignificantes. Quizás hoy, más que nunca, la universidad pueda ayudarnos a imaginar alternativas.
Esto supone, en primer lugar, que quienes trabajamos en las instituciones académicas seamos capaces de pensarnos a nosotros mismos. La universidad no podrá contribuir a pensar una sociedad diferente si ella no asume el desafío político de cambiarse a sí misma. La universidad no será nunca una fuente de utopías (en plural y en permanente estado de inestabilidad) si ella no es capaz de enunciar los contornos de sus propios proyectos utópicos. Es probable, sin lugar a dudas, que los insumos para que esto ocurra no estén hoy tan visibles y definidos como en el pasado. Es posible que estén dispersos y fragmentados. Sin embargo, el legado esperanzador del Movimiento Reformista es que las utopías siempre existen y, como proclamaba la juventud de París, quizás están debajo de los adoquines, en los cimientos, bajo tierra.
Recuperar, o sea, inventar nuevamente estas utopías es un desafío inexcusable, urgente y necesario.
Pablo Gentili (* Investigador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad del estado de Río de Janeiro y Secretario Ejecutivo Adjunto de CLACSO) (Fragmento del capítulo "Una vergüenza menos, una libertad más. La Reforma Universitaria en clave de futuro").
Le Monde Diplomatique
4-11--08
UNIVERSIDAD Y
LEGADO COLONIAL
Daniel Mato
Las universidades latinoamericanas y su legado colonial Los noventa años de la Reforma Universitaria de Córdoba, nos imponen la necesidad y la oportunidad histórica de actualizar uno de sus postulados centrales. Me refiero particularmente al desafío que los reformistas formularon cuando anunciaron su pretensión de romper con la "dominación monárquica", en términos de lo que entonces se enunciaba como estar "viviendo una hora americana".
En 2008, esta propuesta podemos formularla más claramente como criticar y superar el "legado colonial" que viven nuestros países y también nuestras instituciones universitarias. Para evitar equívocos apunto explícitamente que no se trata de negar el pasado, ni de "retornar" románticamente a otro momento de la historia, sino de criticar y superar el racismo y la incapacidad de reconocernos como sociedades pluriculturales, la hegemonía de representaciones de la modernidad eurocéntrica y sus instituciones como referentes que aspiramos alcanzar.
Lo que en 1918 aparentemente no era siquiera pensable y menos aún susceptible de ser incluido en un programa de acción, hoy, es inexcusablemente imperativo: las universidades deben valorar la diversidad cultural y promover relaciones interculturales equitativas y mutuamente respetuosas, tanto en su seno como en la sociedad. No es suficiente con que las universidades incluyan personas indígenas y afrodescendientes (como estudiantes, docentes y funcionarios) dentro de su vieja institucionalidad, la cual es expresión viva del legado colonial.
Independientemente de su insuficiencia y problemas propios, la meta antes mencionada constituye una aspiración y una demanda de numerosas personas indígenas y afrodescendientes que encuentran obstáculos para acceder a las universidades y/o para graduarse. Pero no es suficiente con ella. Para superar el legado colonial, las universidades deben reformarse a si mismas para ser más pertinentes con la diversidad cultural propia de la historia y el presente de las sociedades de las que forman parte.
Deben incluir las visiones de mundo, saberes, lenguas, modos de aprendizaje, modos de producción de conocimientos, sistemas de valores, necesidades y demandas de pueblos y comunidades indígenas y afrodescendientes, así como, según los países, de otros grupos culturalmente diferenciados. Este ha sido, desde hace varias décadas, la demanda de numerosas expresiones y dirigentes de los movimientos indígenas y afrodescendientes de América Latina.
También lo ha sido de diversos y numerosos sectores sociales e intelectuales que sin ser ni indígenas ni afrodescendientes comprendemos que no sólo no es ético sostener modelos societarios y educativos que en la práctica excluyen a amplios sectores de población, sino que además entendemos que para las respectivas sociedades nacionales no es ni política, ni social, ni económicamente viable privarse de las importantes contribuciones de esas vertientes particulares, de su historia y de su presente.
No se trata sólo de sumar como individuos indiferenciados, sino colectivos con sus lenguas, visiones de mundo, saberes, valores y proyectos societarios. La valoración de la diversidad cultural y el desarrollo de relaciones interculturales equitativas y mutuamente respetuosas pueden ser recursos provechosos para mejorar la calidad de vida y el desarrollo humano sostenible de nuestras sociedades. Es curioso, pero algunas dirigencias universitarias parecen no acabar de valorar algo que ya ha sido comprendido y está siendo económicamente explotado por laboratorios farmacéuticos, agroindustrias y otras corporaciones transnacionales: los conocimientos tradicionales de esos pueblos.
No se trata de "hacerles un favor a los pobrecitos excluidos", se trata de hacernos un favor a todas/os nosotras/os, de reconocernos como ciudadanas/os de sociedades y Estados pluriculturales y plurilingües. Se trata de no vivir ignorando componentes y aspectos de nuestras propias sociedades para poder desarrollar nuestras sociedades acorde con nuestras peculiaridades y no, todavía hoy, como deslucidos reflejos de las sociedades europeas. En esto, las universidades y, más en general, la educación superior, tienen un papel importante que cumplir, no sólo como instituciones productoras de conocimiento, sino también como instituciones formadoras de cuadros técnicos, profesionales, dirigentes, críticos.
Noventa años después de la Reforma Universitaria de 1918, las universidades deben valorar la diversidad cultural y promover relaciones interculturales equitativas y mutuamente respetuosas. Un desafío que actualiza y reformula democráticamente los postulados de un movimiento que se propuso luchar contra la opresión y toda forma de tiranía.
Daniel Mato (Profesor de la Universidad Central de Venezuela) (Fragmento del capítulo "Actualizar los postulados de la Reforma Universitaria de 1918: las universidades deben valorar la diversidad cultural y promover relaciones interculturales equitativas y mutuamente respetuosas")
Le Monde diplomatique
4-11-08