viernes, 26 de octubre de 2012

La lengua del saber

Por Diego Tatián *

En diversos coloquios y encuentros académicos en los que la universidad busca pensarse a sí misma en sus rutinas de transmisión del saber y producción del conocimiento, puede corroborarse un retorno de la pregunta por la crítica, término que designa la herencia mayor del proyecto histórico, social y político que lleva el nombre de Ilustración. ¿Cuándo un conocimiento es crítico? Cuando el trabajo con las palabras, los materiales y las ideas que llamamos investigación no se desentiende de un conjunto de preguntas (cuya pertinencia no tiene por qué ser considerada privativa de las ciencias sociales) que acompañan –y a veces incomodan– la producción y transmisión de conocimientos: ¿para qué?, ¿para quién?, ¿con quién?, ¿quién lo decide y por qué?, ¿a quién le sirve?, ¿qué intereses satisface?, ¿contra quién puede ser usado?
Cuando se habla de crítica no se alude a ninguna incumbencia exclusiva de la filosofía, las humanidades o las ciencias sociales, sino a los nuevos lenguajes e ideas que son capaces de concebir las ingenierías; a los múltiples saberes acerca de la salud y enfermedad que irrumpen en la medicina; a una reflexión del mundo económico capaz de desnaturalizar modelos que se presentan como ineluctables y necesarios, y así sucesivamente con las ciencias naturales, el derecho, la arquitectura...

Conforme esta acepción, la crítica sería el acompañamiento del trabajo académico e intelectual por una reflexión acerca de su sentido que precisamente resguarda al conocimiento de su captura por el mercado o por poderes fácticos de cualquier índole; es decir lo resguarda de las heteronomías que lo politizan de hecho, en favor de un compromiso social explícito y lúcido que, por tanto, no mengua su libertad sino más bien la expresa.
Frente al progresismo reaccionario que hoy disputa el sentido del estatuto universitario, acusando de “conservadores” a quienes de una manera u otra resisten la conversión de la universidad en una empresa de servicios, la interlocución con la historia, la anamnesia y la anacronía pueden esconder un insospechado contenido crítico. En ese aspecto, una universidad democrática mantiene una importante dimensión conservacionista, capaz de invocar contenidos antiguos en alianza con otros nuevos, contra el paradigma de una eficiencia definida en términos del mercado, que se busca hacer prosperar y naturalizar como pura prestación de servicios determinada por la demanda estricta –de consumidores, de empresas, de grandes capitales–. En ello, en la encrucijada crítica de memoria e invención, radica quizá la mayor contribución democrática de la universidad pública.

Una tarea de principal importancia bajo esta misma inspiración crítica es la recuperación del español como lengua del saber, como lengua científica y filosófica. Lo que no equivale a promover un provincianismo autoclausurado y estéril, sino un universalismo en español que se acompaña con el aprendizaje de muchas otras lenguas para acceder a todas las culturas y entrar en interlocución con ellas contra la imposición de una lengua única. El desarrollo del español como lengua del saber, del pensamiento y del conocimiento académico postularía un internacionalismo de otro orden, babélico y no monolingüe, y requeriría un cambio radical en nuestra cultura de autoevaluación universitaria y científica.
Ese cambio consiste en la decisión de no reducir el propósito de la actividad científica a una comunicación de resultados en inglés para especialistas a través de revistas –paradójicamente llamadas de “alto impacto”– que efectivamente garantizan la calidad de las publicaciones, sino también –sin sacrificar lo anterior, además de ello– promover el español como lengua capaz de acuñar conocimientos e interpretar el mundo de manera singular.

La tarea de volver al español una lengua hospitalaria de la ciencia y una herramienta para su transmisión requiere de una decisión política –de la universidad, del Conicet, pero también de los investigadores, cuyo trabajo, de manera explícita o tácita, se halla confrontado con cuestiones políticas por relación a la lengua–. Dicha opción no es convertible con un chauvinismo resentido y autorreferencial sino todo lo contrario. Plantear para la filosofía y las ciencias algo así convoca –por supuesto de manera no directamente trasladable– la experiencia literaria borgiana y la transformación en la manera de percibir el mundo de los argentinos después de ella.

En efecto, la tarea de explorar el español en sus posibilidades ocultas y de haberlo llevado a su máxima expresión no abjura de su puesta en interlocución con todas las lenguas, más bien la presupone. Entre el inglés de la infancia y el árabe que había comenzado a estudiar en Ginebra poco antes de morir, Borges conjugó la lengua de los argentinos con muchas otras, vivas y muertas, sin no obstante desconocer que “un idioma es una tradición, un modo de sentir la realidad, no un arbitrario repertorio de símbolos.

El estatuto de la literatura, la ciencia y la filosofía no son cuestiones menores en la actual experiencia latinoamericana que emerge finalmente como laboratorio democrático, cuyo litigio central es la conquista de la igualdad, y constata una irrupción de movimientos populares orientados a desactivar lo que la filósofa brasileña Marilena Chaui llamó el “discurso competente”, la ideología de la competencia explicitada en la llamada “sociedad del conocimiento”, conforme la cual el conocimiento, convertido en una mercancía entre otras, se determina como una fuerza productiva de capital y el principal activo de las empresas.

En la “sociedad del conocimiento”, el pensamiento y las ideas “improductivas” (en sentido marxiano, es decir no subordinadas a la reproducción del capital) se hallan “fuera de lugar”; la ideología que la sustenta es un progresismo tecnocrático conforme el cual nada –nada nuevo– podría o debería suceder; un progresismo inmune a los riesgos y las implicancias emancipatorias de un saber instituyente que pudiera “hacer un hueco” en el conocimiento instituido.
El discurso competente –la delegación de las decisiones políticas en “especialistas” y, en términos generales, la subordinación de la política a la economía– presupone un saber alienado de la vida colectiva, y su captura como propiedad privada e instrumento de dominación. La ideología de la competencia (en el doble sentido del término) presupone pues la destrucción misma del principio que afirma la comunidad del pensamiento, el pensamiento como lugar común, la lengua compartida como tesoro acumulado por muchas generaciones de escribientes y de hablantes en las que encontrar palabras que nos permitan abrir la historia y decir cosas nuevas, y opera su sustitución por el principio opuesto que afirma la incompetencia de los muchos y la competencia especializada de unos pocos. Es éste uno de los núcleos de la despolitización neoliberal.

Contra el discurso competente, mantener abierta la cuestión democrática en la aventura latinoamericana presupone una reflexión sobre el saber –un saber de las condiciones del saber– que reconoce la radical igualdad de los seres humanos como sujetos capaces de acciones y pensamientos. Esa comunidad del pensamiento (y, si nos fuera permitido acuñar este término, el “comunismo del conocimiento”) nada tiene que ver sin embargo con una transparencia de los significados culturales ni con la impugnación resentida de todo lo que no puede ser entendido por todos de la misma manera. Semejante ilusión de transparencia no sólo es imposible, es además indicio de una pulsión antiintelectual reaccionaria que censura la experimentación con la lengua, con las formas y con las prácticas. Lo común no equivale al sentido común ni a la opinión pública –que no obstante el adjetivo suele ser privada, estar privada–. Lo común no aspira a un mundo de la comunicación total.

Diríamos más bien que se desarrolla paradójicamente como la generación de muchas “lenguas menores” cobijadas por el español, y también como resguardo de lenguajes extraños, no comunicativos ni argumentativos, en la conversación pública latinoamericana de los seres humanos respecto de sí mismos. Lo común no es uniforme ni algo ya dado sino siempre una conquista del saber, del pensamiento, del arte y de la política; un trabajo, un anhelo, una opacidad; el objeto de una interrogación y de un deseo. Lo que está siempre ya dado es más bien la “opinión pública”, que Marx llamaba ideología y, antes, Spinoza llamó superstición: es decir, una elaboración del miedo que lo perpetúa y perpetúa el estado de cosas que lo genera para así bloquear cualquier transformación.

* Universidad Nacional de Córdoba.


Pagina12/27 de octubre de 2012

EL PESO DE UNA MONTAÑA


A vuelo de pluma...

Faltó un voto, dijo una profesora, en relación a los últimos resultados electorales en la Facultad; empate técnico, señaló otro colega. No les falta razón. No obstante, pienso que lo fundamental del análisis debe ir por el lado cualitativo. Como ha escrito Mario, los 40 votos a su favor expresan la adhesión a una propuesta de cambio para el Departamento - si en la Universidad no somos capaces de presentar ideas, programas, propuestas, entonces no pidamos involucrarnos en el desarrollo del país- pero también un respaldo al candidato. Mario Cóndor, lo he dicho más de una vez, es una verdadera institución en la Facultad. Pero hay algo más: los 40 votos revelan un sentimiento de protesta e indignación por lo que ocurre en la Facultad, por ello tiene razón Mario en llamarnos a reencontrarnos con la ética, tan venida a menos en el país y en la universidad e intencionalmente ignorada por las autoridades.

Los valores éticos no existen para quienes hoy gobiernan la Facultad, afirmó un colega el día de las elecciones. Le di la razón, porque si existieran, le dije, el profesor que actualmente ocupa el decanato hace rato que hubiera renunciado. Este señor, el fin de mes pasado cumplió un año ejerciendo un cargo para el que legalmente no cumple las condiciones. Es decir si de por sí hacer de las encargaturas una situación permanente es ya irregular, recibir un encargo de decano o cualquier otro, no teniendo los requisitos estatutarios para ello, es doblemente irregular.

Hay una transgresión a la norma, se afirmará. Claro, lo hay, pero además hay un quebrantamiento ético: no se es honesto. La honestidad nos convoca a actuar con rectitud, transparencia y honradez en todos nuestros quehaceres. No se es honesto con uno mismo - si hay autoestima- y con la comunidad que nos rodea si a sabiendas de que se está quebrantando una norma, callamos en todos los idiomas porque esta transgresión nos beneficia personalmente.

¿Es cierto que en el decanato hay un profesor encargado que no cumple con los requisitos legales? me preguntó un estudiante hace un par de días. Sí le dije, es verdad. ¿Y que hacen los profesores ante eso? continuó preguntando el alumno. Sentí vergüenza ajena...

Por eso es que sostengo que cualitativamente, los 40 votos a favor de Mario tienen la trascendencia del peso de una montaña.

Alberto Mosquera Moquillaza
 
 
C.Universitaria, octubre de 2012

lunes, 15 de octubre de 2012

¡GRACIAS COLEGAS!

UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS

ACADEMIA Y DESARROLLO



¡GRACIAS COLEGAS!



Estimados amigos:


Como seguramente ya están enterados, no gané las elecciones al Departamento. Los 40 votos obtenidos no fueron suficientes, ante los 41 votos otorgados al candidato de las autoridades. Cuatro colegas no llegaron a votar, mientras que 2 viciaron su voto. Tiempo habrá para darle una lectura a los resultados, pero me siento obligado a decirles lo siguiente:


En primer lugar, agradezco la confianza depositada en mi persona, no estoy decepcionado ni frustrado, muy por el contrario estoy satisfecho y contento de haber respondido al encargo recibido. Sin embargo, debo ser claro: soy consciente que el apoyo brindado es ante todo una expresión de la confianza en la opción que representa ACADEMIA Y DESARROLLO, como alternativa de cambio y progreso para la Facultad, y a cuyos miembros debo también agradecer.


En segundo lugar, señalar meridianamente que nuestra corriente de opinión ACADEMIA Y DESARROLLO es mucho más que una opción electoral. Partimos de la premisa de que las elecciones no son un fin, son un medio para inicialmente cotejar ideas, propuestas, planes de trabajo, y luego, en el gobierno, para mostrar realizaciones académicas, no logros personales.


En mi carta anterior les presenté un plan de trabajo – nunca conocí la propuesta del candidato de las autoridades- que está enmarcado por el programa que ACADEMIA Y DESARROLLO sustentó cuando postuló a Humberto Campodónico para el decanato. Este programa está vigente, aspira a convertir a la Facultad en un centro académico moderno, competitivo, donde la calidad, la excelencia, la investigación científica y el rencuentro con el entorno social no sean solamente palabras.


En tercer lugar, es preciso indicar que en el contexto de crisis, incluso ética, en que se desarrollaron las elecciones para la coordinación del Departamento Académico de Economía, han primado en algunos colegas decisiones similares a las prácticas medievales, donde los hombres dependían del demiurgo, de la voluntad del todopoderoso creador o señor que decidía por ellos, lo que desnaturalizaba su raciocinio y bloqueaba su voluntad, su libertad de decisión.


En los últimos tiempos, desde el poder se vienen generando lo que podríamos denominar convincentes dardos almibarados – por no llamarlos de otra manera- que al impactar sobre algunos docentes anulan sus capacidades de reflexión y crítica, taponando el libre ejercicio de la voluntad del individuo, convirtiéndolo en simples epígonos del arbitrio de la autoridad. Por ello, no resulta obra de la casualidad que desde ACADEMIA Y DESARROLLO propugnemos restablecer la relación entre la decencia y el ejercicio del poder, entre la autoestima y los derechos de los docentes, única manera de avanzar en superar las deformaciones éticas señaladas.


Finalmente; sigo pensando que lo expuesto en el punto 2 de esta carta, constituyen la ruta a seguir, si de calidad académica y buen ejercicio profesional se trata. En este sentido, los 40 votos alcanzados son mucho más que un simple resultado electoral si de trascendencia hablamos. No perdamos esta perspectiva, perseveremos en nuestra búsqueda de cambio y progreso institucional.


Una vez más, gracias colegas.


Ciudad Universitaria, 13 de octubre de 2012




Mario Cóndor Salcedo


Profesor Asociado


Código: 017531

miércoles, 8 de agosto de 2012

LOS DESAFÍOS DE LOS ECONOMISTAS

Por Mario Rapoport *




Los economistas, me refiero a aquellos a quienes importan las condiciones de vida y el desarrollo económico no como simples indicadores de un estado de salud de la economía sino porque están identificados con los problemas de la mayoría de la población y resueltos a solucionarlos, trabajan sus ideas en distintos niveles temporales. El análisis diario de la coyuntura y la formulación y el seguimiento de las políticas económicas para resolver sus desajustes no bastan. Es necesario también tener una perspectiva del mediano y el largo plazo, creando las bases teóricas y técnicas que permitan dar curso a metas que superan nuestro tiempo. A su vez, abordar la actualidad es al mismo tiempo cargar con una mochila con los temas irresueltos de nuestra vida anterior, pueblos e individuos incluidos. Como señala Fernand Braudel, economía e historia confluyen en el hecho de que más allá de los ciclos hay lo que se denomina la tendencia secular.

Keynes dio un ejemplo en su artículo de 1930, “Perspectivas económicas para nuestros nietos”. Parecía una locura plantear ese problema en medio de una crisis y, sobre todo, como él mismo lo sostenía “en el momento preciso de un grave acceso de pesimismo económico”. Ser optimista cuando las cosas van bien es sencillo, así como también hundirse en la depresión cuando van por un camino contrario a nuestros deseos. El economista inglés sostenía que con la crisis predominaba en la gente el sentimiento de que la era de los grandes progresos del siglo XIX se había terminado mientras que la nueva década que se venía iba a producir una disminución de la prosperidad más que un acrecentamiento de ella. Y respondía que si bien esto podía ser cierto, la evolución de la sociedad en el largo plazo iba a librar finalmente al hombre de sus problemas económicos. Por eso, la economía era un simple asunto de especialistas y si los economistas fueran más humildes, considerándose igual “que los dentistas”, sería “maravilloso”. Por un lado, sobreestimaba a sus colegas achicando la índole de los problemas que debían tratar y, por otro, los subestimaba considerándolos simples técnicos.


En verdad, él mismo trabajó arduamente para tratar de entender y superar la crisis de los tiempos que le tocó vivir, pero no lo hizo como un técnico, sino como un humanista. Desde sus primeros escritos, como en su crítica al Tratado de Versalles que abriría el camino que llevaría de la Primera a la Segunda Guerra Mundial, se observa una mirada del largo plazo que lo hizo dedicarse a la economía no como un fin en sí mismo, sino como un medio para desembarazarse de ella. Así también reconocía en la ambición humana, a la que odiaba, un mero medio para que algún día las necesidades estuvieran cubiertas y los hombres pudieran dedicarse a gozar de la vida. Sin embargo, en ese mismo ensayo dedicado a sus presuntos nietos, que nunca tuvo, mostraba lo ridículo de esa ambición ejemplificándolo con un diálogo de una novela de Lewis Carroll. En ella un sastre le había ido a cobrar a su cliente, un profesor, dos mil libras por un traje que le había hecho. El profesor le sugirió, como para hacerle un favor, si no prefería esperar un año y cobrar cuatro mil libras, con el interés que podría agregarle. Entonces el sastre no lo pensó mucho y se fue sin recibir el pago. La moraleja es que una niña que estaba junto al profesor y había escuchado todo le preguntó a éste si verdaderamente pensaba pagarle. “Jamás en la vida”, le dijo, “él va continuar tratando de duplicar la cantidad cada año hasta su muerte. Siempre vale mejor esperar un año más y recibir el doble”.


Recuerdo, como un ejemplo distinto, el final de una película del gran cineasta polaco Andrzej Wadja, cuando a unos amigos inescrupulosos que tenían una industria se les quema la fábrica que habían instalado con el trabajo de muchos años y se ponen contentos porque ahora podían comenzar todo de nuevo. Creo que Wadja pensaba que lo fundamental en la vida no era el fin ya obtenido, sino el proceso de obtención de ese fin. La posibilidad de un nuevo comienzo constituía seguramente el motivo que explicaba la actitud de los protagonistas de su película. En algo coincidía con Keynes, para quien el amor del dinero como objeto de posesión debía considerarse como un estado mórbido, más bien repugnante. Por eso juzgaba que según “el comportamiento y los éxitos de las clases ricas de hoy en cualquier región del mundo, la perspectiva que los espera (cuando no existan más las restricciones económicas) era muy deprimente”. Y señalaba también que en ese caso, “la vida sólo sería soportable para aquellos que hagan el esfuerzo de dedicarse a cantar. ¡Por qué cuán raros son aquellos que entre nosotros saben cantar!”.


El marco internacional depresivo en el que estamos viviendo es similar al que vivió Keynes, con la diferencia que ahora los países ricos, los más afectados, no parecen haber aprendido nada de experiencias pasadas (la de los ’30 que llevó a una guerra mundial y la de los ’70) y la actual depresión va a seguir su curso con más fuerza aun, al menos por un largo período. Sin embargo, esto implica para las naciones emergentes una oportunidad, como las que tuvieron en las crisis anteriores y no pudieron aprovechar. En la posguerra, porque el mismo hecho bélico reforzó productivamente a los Estados Unidos y le ofreció en bandeja de oro una demanda completamente elástica por parte de los países destrozados por la guerra. En los años ’70 porque las naciones desarrolladas para recuperar sus pérdidas descargaron la crisis, con un masa impresionante de eurodólares y petrodólares, sobre el mundo periférico, el que después tuvo que pagar los costos de la fiesta.

Ahora existe otra oportunidad histórica para que países en desarrollo puedan aprovechar su propia tendencia ascendente profundizando el camino emprendido en los últimos años, inverso al del otrora “Primer Mundo”. Allí predominan políticas de ajuste que, como en el caso de nuestra propia crisis de 2001-2002, los pueblos no soportarán por mucho tiempo más. Eso será cuando el colchón de los desgastados Estados de Bienestar termine de perder todo su relleno. En nuestro caso no había ni siquiera ese colchón.


En los últimos años el nuevo rumbo en la política económica y social del gobierno argentino, con aciertos y errores, fue generando transformaciones profundas que llegaron para quedarse, pero que fuerzas internas y externas opuestas pueden frenar o deteriorar. La idea es la de clarificar ciertas metas necesarias para una próxima etapa, sea o no posible aplicarlas de inmediato. Para lo cual sería necesario adoptar como ejercicio permanente una mirada económica de mediano y largo plazo y realizar estudios de prospectiva incorporando a nuestras universidades e instituciones científicas y tecnológicas al análisis y desarrollo de grandes proyectos nacionales.


La visión de Keynes, como la de Marx, Smith, Ricardo y otros economistas de la misma talla nunca fue de coyuntura. Ellos miraban el mapa del mundo desde una perspectiva estratégica. Smith y Ricardo montados en la revolución industrial y en un imperio que estaba forjándose. Marx en la llegada al poder de los sometidos que marcarían el fin de la historia. Keynes considerando al capitalismo como un mal necesario para llegar a un mundo donde no habría más necesidades económicas. Pensaban más en sus nietos que en ellos mismos.



* Economista e historiador.
 
Pagina/12
08-08-12
“Tenemos que repensar la universidad”


Página/12

Burawoy sostiene que, a nivel global, la universidad parece “haber dejado de ser un bien público para pasar a ser un bien privado que debe financiarse a sí mismo”, por lo que pierde legitimidad. Valora como “único en el mundo” al sistema público argentino.

“Tenemos que repensar el significado de la universidad pública. El asunto no es sólo quién tiene acceso a la universidad, ni cuánto cuesta, sino más bien qué responsabilidad asume ante la sociedad, qué diálogo puede construir con los distintos actores públicos.” La frase es del presidente de la Asociación Internacional de Sociología (ISA), Michael Burawoy, que visitó Buenos Aires para participar del Foro Internacional de Sociología. Británico y marxista, residente en Estados Unidos y profesor de la Universidad de Berkeley, Burawoy mantiene un blog titulado “Universidades en crisis”, tal como nombró a la conferencia que brindó en un seminario de la Untref antes de dialogar con Página/12.

–¿A qué se refiere cuando habla de crisis en la universidad?

–Lo primero para decir es que no creo que las universidades argentinas estén en crisis. Estuve recientemente en Chile, y podría afirmarlo allí, pero no necesariamente en Argentina. Hay cuatro aspectos distintivos, al menos desde un punto de vista exterior, sobre la universidad argentina. En principio, el sistema público domina totalmente; segundo, el ingreso es abierto; tercero, es básicamente gratis; cuarto, hay elecciones democráticas para su administración. Entiendo que estos puntos nunca se dan de modo acabado, pero al menos a primera vista es un conjunto único en el mundo y un buen punto de referencia para evaluar y entender otros sistemas de educación superior.

–Otros sistemas que, al parecer, sí están en crisis. ¿A qué se refiere con ello?

–Hay cuatro crisis que afectan a las universidades en el mundo, aunque lo hacen en grados distintos según los lugares. La primera es una crisis fiscal. En casi todo el mundo la universidad parece haber dejado de ser un bien público para pasar a ser un bien privado que debe financiarse a sí mismo. Se busca obtener dinero de los estudiantes. En Inglaterra pagan alrededor de 10 mil libras cada año. En Chile, obviamente, las protestas tienen que ver con esto. También en Estados Unidos, en la universidad donde trabajo, han incrementado las cuotas tres veces en los últimos diez años. Otra forma de obtener dinero es a través de donaciones de gente rica, y ciertamente varias universidades son exitosas en esto. Pero la otra gran fuente, en realidad, es la investigación: se vende el conocimiento. Más allá de quién se queda con el dinero, la lucha por el patentamiento y los derechos de propiedad intelectual... lo cierto es que la venta del conocimiento se ha transformado en una fuente de ingreso creciente. Esto afecta en la medida en que sólo las disciplinas que generan dinero se vuelven importantes, como medicina, biología, ingeniería, etcétera, mientras que las ciencias sociales y humanas tienen grandes dificultades para sobrevivir.

–¿Cuáles son las otras tres crisis que observa?

–Tenemos también una crisis de gobierno en las universidades. La pregunta aquí es si vamos a construir universidades como corporaciones, que trabajen como multinacionales, o si vamos a continuar con el antiguo sistema colegiado donde las facultades forman parte de la administración. Es una disputa entre dos visiones, y por ahora el modelo corporativo es el que gana. Por eso tenemos cada vez más administradores vendiendo la universidad a los estudiantes y al mercado. La tercera crisis que ubico es la que llamo crisis de legitimidad. No bien la universidad se convierte en un bien privado, por el que tenemos que pagar para ingresar, no bien pierde su autonomía vendiéndose a las corporaciones, su apoyo público disminuye, cae su legitimidad. Luego tenemos la cuarta crisis, la de identidad. Profesores, estudiantes, administradores, empiezan a preguntarse qué significa la universidad, y por lo general tienden a confundir lo que en verdad es, el verdadero rol que ocupa en la sociedad. Estas cuatro crisis, por supuesto, están interrelacionadas.

–¿Qué expresiones de este proceso encuentra en Latinoamérica?

–En Chile, por ejemplo, crecen las universidades privadas, así como las cuotas y las protestas estudiantiles. El sistema universitario chileno tiende a ser bastante elitista, y tiene una particularidad: casi ningún estudiante trabaja mientras estudia. Las familias cargan con los préstamos, por eso las protestas estudiantiles son tan interesantes e inusuales. Están apoyadas por los padres, los abuelos, por toda la familia, algo insólito para Europa. En Estados Unidos los estudiantes sacan préstamos para pagar sus cuotas universitarias, pero trabajan, y asumen responsabilidades para afrontar sus deudas. La lógica es individualista, es el alumno el que paga el préstamo, y no la familia. Es más, cuando tenemos una crisis económica y los estudiantes van a las protestas, la gente les dice “ustedes de qué protestan, son más ricos que nosotros”. De modo que, en realidad, el público en general no suele estar a favor de las protestas estudiantiles. Es el opuesto de lo que sucede en Chile. Y acá en Argentina lo asombroso es que aún mantengan la educación pública. Es un milagro, quiero decir, tiene sus problemas, pero no deja de ser asombroso. Parece una forma extrema del antiguo modelo de educación pública.

–¿Qué puede hacer la universidad para contrarrestar este proceso de crisis que describe?

–Hay dos conjuntos de presiones exteriores que las universidades deben contrarrestar. El primero es la mercantilización y la presión por obtener dinero a cambio de la producción de conocimiento. Lo segundo es la importancia creciente de los rankings globales. Comenzaron en China. La Universidad de Shanghai quería evaluar a las universidades chinas comparándolas con las americanas, porque suponían que eran las mejores del mundo. Y con el tiempo la mayoría de los países comenzaron a evaluar a sus propias instituciones bajo el mismo sistema. El costo de este proceso es que los investigadores son incentivados para producir conocimiento en revistas occidentales, en inglés, mientras los problemas locales y nacionales se vuelven menos importantes, y hasta el enfoque de las cuestiones empieza a distorsionarse, porque el investigador debe situarse en la forma en que Estados Unidos o Europa entienden los problemas. Así, el capitalismo hoy en día tiene un sistema de ranking, y sabe, en base a ello, en qué universidades invertir. Por eso todos los países quieren tener una o dos universidades entre los primeros puestos.

–Acá no se les presta demasiada atención a los rankings mundiales de universidades...

–¿Crees que no, en serio? Los profesores son incentivados y obtienen más puntos si publican en una revista en inglés, incluso en Argentina, estoy seguro. Hay rankings en Latinoamérica también, y creo que los rectores de las universidades están buscando dónde aparecen. ¿Dónde aparece la UBA?, se pregunta el rector, ¿dónde aparece La Plata?, y compiten entre ellos al interior del país. Es una forma maliciosa de penetrar en los sistemas de educación.

–Y ante estas presiones exteriores, ¿pueden construirse modelos alternativos de incentivo y de producción?

–Bueno, habrá que ver si es posible crear modelos de discusión crítica en las universidades. ¿Puede una universidad constituir entre sus facultades, estudiantes e investigadores una comunidad en donde se discuta colectivamente qué es la universidad y cuál es su lugar en la sociedad? Los académicos suelen ser muy competitivos e individualistas.

–¿Qué rol tiene la sociología en introducir esta discusión?

–Depende de lo que se entienda por un sociólogo. Desde mi punto de vista, un cientista social vincula experiencias micro con parámetros macro desde la perspectiva de la sociedad civil. Los economistas, en cambio, tienen como punto de partida la expansión del mercado. Los politólogos lo hacen desde la consolidación del Estado y el poder. Creo, por lo tanto, que los sociólogos tienen un lugar especial en la constitución de la universidad pública como la entiendo, porque la universidad tiene que ser capaz de entablar un diálogo con la sociedad civil, no sólo con el Estado, y no sólo con el mercado.


Entrevista: Agustín Saavedra.

lunes, 6 de agosto de 2012

EN DEFENSA DE LA LEGALIDAD

EN DEFENSA DE LA LEGALIDAD


Nota de los editores.- El día 25 de julio del año en curso, el Mg. Jorge Osorio Vaccaro, profesor principal de la Facultad de Ciencias Económicas, fue elegido como decano de la misma. Una interpretación antojadiza del Reglamento Electoral por parte del decano (e) y una impugnación al acto electoral están bloqueando la ratificación de esa elección. Presentamos a ustedes el texto del recurso presentado por los docentes de Academia y Desarrollo, que votaron por Osorio, ante el Comité Electoral de la Universidad de San Marcos.


Ciudad Universitaria, 06 de agosto de 2012


Señor Doctor
Max López Cava
Presidente del Comité Electoral de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
PRESENTE.-

Estimado señor Presidente:

Los suscritos, consejeros del Consejo de Facultad de la Facultad de Ciencias Económicas, ante la intención del señor decano (e) de la Facultad, de desconocer la elección del Mag. Jorge Osorio Vaccaro como decano de nuestra Unidad Académica, presentamos ante usted y los señores miembros del Comité Electoral los fundamentos de hecho y de derecho que vuestro colegiado, a juicio nuestro, deberá tener en cuenta para adoptar una justa resolución sobre el tema en discusión.


Primero.- Una pieza fundamental en el análisis es el oficio No 650-D-FCE-2012 de fecha 23 de julio de 2012, enviado por el señor decano (e) de la Facultad al Comité Electoral, informando de la realización del acto electoral en la sesión extraordinaria del Consejo de Facultad, efectuada el 20 de julio de 2012. Ese informe, se da cuenta de los resultados de dicha elección: Jorge Osorio Vaccaro: 6 votos; Urcisinio Cárdenas Yactayo: 4 votos; votos en blanco: 2. En ninguna parte de ese oficio se deja constancia de alguna irregularidad atentatoria contra la pulcritud del acto electoral; muy por el contrario, es bastante explícito en señalar el cumplimiento de las formalidades de la convocatoria y de la realización del acto en sí, materia de la citación, lo que refuerza nuestra afirmación de que nada hubo de irregular en ese proceso, en la forma y en el fondo, que lo enturbiara o lo hiciera potencialmente anulable.

Segundo.- El error de fondo que revela ese oficio está en la apreciación incorrecta del señor decano (e) de considerar que la votación arriba anotada, no concuerda con lo establecido en la normatividad electoral. En efecto, en ese informe se afirma que el profesor Jorge Osorio Vaccaro no alcanzó “la votación reglamentaria para elegir al Decano”, cuando el artículo 25º del Reglamento General de Elecciones de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, señala con claridad meridiana que “para la elección del Decano se requiere la mayoría simple de los miembros del Consejo de Facultad”.

Si existieron 2 candidatos, y uno de ellos, el profesor Osorio Vaccaro obtuvo 6 votos contra 4 del competidor, la mayoría simple la obtuvo Osorio. Lo dice el Reglamento y también la lógica.


Tercero.- Cómo ese argumento – el de que Osorio no obtuvo la “votación reglamentaria”, no tiene piso, han surgido otras observaciones para negar la justeza de la elección. Para ello se amparan en el borrador de acta de la sesión del 20 de julio. Decimos borrador, porque el acta de esa sesión no ha sido ni discutida, ni aprobada, ni suscrita por los consejeros que estuvieron presentes en el acto electoral, por tanto no tiene validez alguna. Sostenemos esta afirmación amparándonos en lo establecido en el artículo 48o del Reglamento de Sesiones del Consejo de Facultad que a la letra dice: “Las actas son aprobadas en la sesión inmediata siguiente a la sesión concluida luego de las observaciones formuladas por los consejeros”. Es más, ese mismo Reglamento, en su artículo 23o estipula que toda sesión inmediata a la sesión concluida debe tener como primer punto de agenda la aprobación del acta de la reunión anterior; luego de la cual los consejeros deben suscribirla.


Señor Presidente:

Luego de la sesión del 20 de julio pasado no ha habido ninguna otra sesión del Consejo de Facultad, mal puede entonces esgrimirse un borrador de acta, como prueba de alguna aseveración.

Cuarto.- Quienes están empleando el borrador del acta de la sesión del 20 de julio dicen que en ésta se acordó “que la elección del decano se hace con 11 votos” y además, supuestamente, que luego del acto electoral se acordó también levantar la reunión. Si el borrador del acta no tiene validez porque no ha sido discutida, ni aprobada, ni rubricada por los consejeros, el único documento oficial a tenerse en cuenta es el oficio del decano (e) de la Facultad donde se informa en detalle de la sesión del 20 de julio. En él no se dice absolutamente nada sobre tales o cuales acuerdos, porque sencillamente no existieron. Un acuerdo supone discusión y votación, así lo señala el artículo 33º del Reglamento de Sesiones del Consejo de Facultad. Por la trascendencia de esas decisiones, el decano (e) debió consignarlo en su oficio No 650-D-FCE-2012 del 23 de julio de 2012. No lo hizo, demostración palpable de que tales acuerdos no se dieron.

Pero poniéndonos en el hipotético caso de que los consejeros hubieran dicho que el decano se elige con 11 votos, ello no sería factor de nulidad del acto electoral, porque éste de acuerdo a ley debe enmarcarse en el cumplimiento estricto del Reglamento General de Elecciones de la UNMSM, ante el cual criterios reales o hipotéticos como los señalados no tienen validez alguna, como no lo tiene el criterio del decano (e) de que la votación alcanzada por el profesor Osorio “no es la reglamentaria”. Esos hipotéticos errores o vicios no afectan lo sustancial del proceso que es el acto electoral.


Quinto.- Se sostiene también que la elección del profesor Jorge Osorio Vaccaro es nula porque en la sesión donde se produjo el acto electoral no se eligió además al director de la Unidad de Posgrado, como lo establece el artículo 28º del Reglamento General de Elecciones de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, el que además indica que esta última elección debe ser presidida por el decano elegido. Como se desprende del mismo Oficio del señor decano (e) de la Facultad, la elección del director de la Unidad de Postgrado no se produjo porque la sesión se levantó por responsabilidad exclusiva de quien dirigía la reunión, que con su raciocinio de que Osorio “no había alcanzado la votación reglamentaria”, dio por concluida la sesión por sí y ante sí.

Pero lo trascendente está en lo siguiente: si bien es innegable que en la sesión del 20 de julio no se produjo la elección del director de la Unidad de Posgrado, sin embargo ello no hace anulable la elección del decano, en primer lugar porque el propio Reglamento General de Elecciones de la Universidad, no establece como factor de nulidad la no realización de los 2 actos electorales en la misma sesión. Y si esto es así, apoyándonos en el principio del Derecho: NO SE DEBE DISTINGUIR DONDE LA LEY NO DISTINGUE, es que la elección del profesor Osorio Vaccaro es justa porque en la forma y en fondo se enmarca en lo dispuesto por el Reglamento General de Elecciones, tal y como se deduce del oficio enviado por el señor decano (e) al Comité Electoral.

Además, no debe escapar a su elevado criterio que no sería la primera vez que en la Universidad de San Marcos ambos actos electorales se producen en momentos diferentes. El propio Reglamento de Sesiones del Consejo de Facultad en su artículo 14º faculta ello al establecer que:

“Una sesión culminará cuando se agote la agenda, pudiendo suspenderse una sesión para culminarla en otra, tratándose como una sesión continuada”. Repetimos: en San Marcos esto es lo que ha ocurrido en más de una oportunidad; y si la sesión del 20 de julio hubiera continuado normalmente, también hubiera optado por esa salida en tanto que el Mag. Jorge Osorio, por no ser miembro del Consejo de Facultad no estuvo presente en la reunión, habiendo estado por tanto físicamente impedido de dirigir la elección del director de la Unidad de Postgrado.

En ese mismo sentido, en la norma de más alto nivel, a la que apelamos supletoriamente: Ley No 27444 del Procedimiento Administrativo General, en el articulado correspondiente a la nulidad de los actos administrativos, se señala como causales de nulidad: 1.- La contravención a la Constitución, a las leyes o a las normas reglamentarias; 2.- El defecto o la omisión de alguno de sus requisitos de validez; 3.- Cuando son contrarios al ordenamiento jurídico, o cuando no se cumplen con los requisitos, documentación o trámites esenciales para su adjudicación; 4.- Los actos administrativos que sean constitutivos de infracción penal, o que se dicten como consecuencia de la misma.


Señor Presidente:

Ninguna de esas causales, que hacen anulable el acto administrativo, está presente en el acto electoral del 20 de julio pasado. El oficio No 650-D-FCE-2012 del señor decano (e) es la mejor prueba de nuestra afirmación; por tanto si ese acto electoral fue procesado de acuerdo al ordenamiento jurídico, no se puede objetar su validez, conforme lo determina el artículo 8º de la Ley 27444 del Procedimiento Administrativo General.

Finalmente, si bien es cierto que el Oficio indicado no informa de la existencia de alguna irregularidad, es importante señalar que los legisladores, poniéndose en el caso hipotético de existencia de vicios no trascendentes para la validez del acto, consideran en el artículo 14 de la Ley General de Procedimientos Administrativos que esos vicios no alteran la esencialidad del acto administrativo.

“…Cuando el vicio del acto administrativo por el incumplimiento a sus elementos de validez, no sea trascendente, prevalece la conservación del acto, procediéndose a su enmienda por la propia autoridad emisora” (14.1).

Ratificando la letra y el espíritu de esa norma, los legisladores también sentenciaron: “Los vicios incurridos en la ejecución de un acto administrativo, o en su notificación a los administrados, son independientes de su validez” (Artículo 15º)

Señor Presidente:

Son estas las consideraciones de hecho y de derecho que nos permiten afirmar que el acto donde se eligió al Mg. Jorge Osorio Vaccaro como decano de la Facultad de Ciencias Económicas, tiene plena validez; y por tanto solicitamos a usted la ratificación de su elección, como lo determina el Reglamento Electoral, corrigiendo el extraño criterio del señor decano (e) de no considerar como reglamentaria la votación alcanzada, desechando asimismo cualquier impugnación que se haya presentado a contra la elección justa y democrática del profesor Osorio.