lunes, 30 de marzo de 2009

CONGRESISTAS Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA
Está en circulación el texto Sistema Innovativo de Participación Ciudadana con Congresistas, cuya autoría corresponde a los profesores César Sanabria Montañez y Jorge Cabrejos Polo. En dicho documento, se examinan los logros y limitaciones de la integración de los ciudadanos al Estado moderno, concretamente al Parlamento, empleando las nuevas tecnologías de comunicación.
Dicen los autores que "Se trata del abandono de la toma de decisiones rutinarias y burocráticas y del desarrollo de mecanismos e instrumentos de acción y monitoreo del Estado (ejemplos: coordinación, sistema de información estratégica, información interorganizacional) que permitan conocer los efectos de las políticas públicas y que no sólo se examinen los resultados a nivel de indicacores macroeconómicos".
El proyecto fue financiado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Democracia y gestionado por la Fundación Hanns Seidel-Stiftung C.V. y la empresa Voxiva en los departamentos de Arequipa y Piura. La misma Fundación se encargó de la edición del libro.
Respuesta Universitaria
AL PLAN BOLONIA


Marcos Roitmann

Resulta irónico que un proyecto consistente en destruir la formación humanista y la investigación básica tome el nombre de una de las primeras universidades nacidas para impulsarlo allá por el año 1150. Símbolo de excelencia académica, favoreció los estudios de gramática, lógica, filosofía aristotélica, medicina, matemáticas y derecho. En el renacimiento se consolida como la más grande en la enseñanza superior, contó con un centenar de profesores, destacando el hecho de tener en sus aulas a un porcentaje elevado de estudiantes extranjeros, llegando a 70 por ciento. Hoy la usurpación de su nombre por las multinacionales en connivencia con algunos gobiernos y autoridades de la Unión Europea es un despropósito.

El rechazo al Plan Bolonia tiene casi un lustro. Pero en este curso académico las protestas han cobrado relevancia por lo inminente de su puesta en práctica. La desaparición de licenciaturas, en beneficio de grados genéricos faltos de toda lógica educativa, ha terminado por desquiciar a la comunidad universitaria defensora de la universidad pública. La llamada de alerta es también una voz de socorro. La universidad pública se desmantela.

Bolonia es la antítesis del saber. Satisface las demandas del mercado, violando el objetivo señalado por educadores y pedagogos. Por esta vía se cierran carreras como ingeniería informática y especialidades como América Latina, entre otras. Los nuevos itinerarios expresan el control empresarial en la estructura universitaria. En ellas, se dejaría de realizar investigación básica en beneficio de la investigación aplicada dependiente de los oligopolios y trasnacionales de la alimentación, la farmacopea, automotriz, medios de comunicación e industrias armamentísticas y similares. Biólogos o bioquímicos cederán la utilización de laboratorios en pro de informes para Bayer, Monsanto, General Motor o Coca-Cola. Intereses espurios para incrementar sus ganancias. Ya no hay dinero ni interés para investigar sobre el calentamiento del planeta, el desastre ecológico, la desigualdad, el hambre o la explotación infantil; supone pérdida de tiempo. Sociólogos y politólogos deberán realizar encuestas para los grandes almacenes y medir los índices de aceptación de los líderes de partidos políticos o las expectativas de triunfo en los procesos electorales, y los periodistas serán educados por los monopolios de los medios de comunicación con sus libros de estilo.

En definitiva, Bolonia transforma el conocimiento, los saberes básicos y a los investigadores en un apéndice del mercado. No es casualidad que universidades europeas no se sumen al despropósito, Oxford y Cambridge por citar dos ejemplos destacados. También en Italia las facultades de derecho, entre ellas Bolonia, rechazan su puesta en práctica. Y en Francia están en pie de guerra. Algo similar ocurre en muchos otros países de la Unión Europea. En España, el estudiante de ingeniería informática superior Tomas Sayes lleva más de 30 días en huelga de hambre y después de la actuación de la policía ha decidido dejar de tomar glucosa y bebidas isotónicas, y fue hospitalizado. Sin embargo el gobierno señala que los detractores no pertenecen a la comunidad universitaria. Ajenos a ella pretenden crear caos. Así se justifica actuación de las fuerzas del orden para reprimir el movimiento estudiantil.

Con la visión mercantilista de la universidad concluye su articulación a la lógica del gran capital. En España, los consejos sociales de las universidades tienen la prerrogativa de aprobar los presupuestos y decidir sobre los planes de estudios. En ellos, tras el plan Bolonia, se ha incrementado la presencia de las grandes empresas. Así, los consejos sociales de la Universidad Carlos III y la Universidad a Distancia están dirigidos por Matías Rodríguez, vicepresidente del Banco Santander, y por César Alierta, presidente de Telefónica, respectivamente. En la Universidad Complutense participan miembros de la CEOE, el Banco Santander, Caja Madrid y el BBV, entre otros.

Las universidades públicas son privatizadas por esta vía, dejando al descubierto la manera como penetran los grandes capitales en la institución. Bolonia es reacia a fortalecer un saber acumulativo. Un conocimiento construido a base de esfuerzo y perseverancia, rechaza el rigor teórico en beneficio de una pragmática adecuada a las demandas del mercado. Se pide que el alumno opine y sea capaz de criticar artículos periodísticos, sencillos, de lectura rápida, seleccionados para hacer amena la clase. Se trata de convertir el aula en una tertulia y al profesor en un moderador.

La exclusión de los estudiantes, docentes y personal administrativo a la hora de elaborar y poner en práctica el proyecto es parte de una estrategia deliberada. Un elevado porcentaje de la comunidad científica se opone a él por sentido común. Sin embargo, el acuerdo con las empresas privadas, los bancos, las trasnacionales y los mezquinos intereses de autoridades han preferido mirar hacia otro lado y acelerar el desmantelamiento de la universidad pública. Por encima de criterios docentes, las propuestas de grado y postgrado consolidan el poder interno de un sector, el más mediocre, que en estas décadas se apoderó de los espacios universitarios bajo la propuesta de una gestión eficiente y empresarial. A los estudiantes se les transforma en clientes y el resto son usuarios de servicios. Bajo estos postulados se articula en plan de convergencia. Rectores dizque progresistas, como el de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Berzosa, se transforma es un ferviente defensor de Bolonia y no duda en enviar a la policía, soslayando el principio de la autonomía universitaria, autorizando a la policía la incorporación al campus para reprimir las manifestaciones, tanto como emplear la seguridad privada contratada como auténticos matones o mafiosos. Otro tanto sucede con la Universidad de Barcelona. Una actitud que en tiempos de la dictadura franquista significaría una deshonra, hoy se justifica para imponer el orden y restablecer el consumo de conocimientos por los clientes. Son los defensores del gran capital, adjetivando a los sectores críticos como individuos violentos apegados a utopías regresivas. Corren malos tiempos para defender la universidad democrática, pública al servicio de la sociedad. Pero es necesario perseverar.
La Jornada
30-03-09
LA HERENCIA
DE KEYNES

Fernando Del Corro
Cuando hoy un grupo de gobernantes “progresistas” se siente a intercambiar ideas en Viña del Mar sobre como atravesar el Rubicón y llegar a la otra ribera de la crisis por la que atraviesa el planeta se esgrimirán diferentes criterios sobre como hacerlo y acerca de la necesidad de encontrar un orden social y económico más justo, siempre dentro del sistema capitalista. Por ello es que no estarán gobernantes más radicalizados como Hugo Chávez, Evo Morales o Rafael Correa, los propulsores del “Socialismo del Siglo XXI”.
Es probable que haya menciones a ese gran pensador británico que fuera John Maynard Keynes cuyas ideas habían sido tirados al arcón de las cosas en desuso crecientemente a partir de la mitad de la década de los años 1970 y que algunos fueron a buscar en medio de la crisis. ¿Serán válidas sus ideas en estos tiempos? Tucídides de Atenas decía que las cosas, en la historia, no se repiten mecánicamente pero que se van sucediendo hechos que tienen una esencia común y que para ello escribió “Las guerras del Peloponeso” como punto de reflexión.
Keynes es considerado un economista de fuste, con ideas pasadas de moda para los responsables de esta crisis y con propuestas a reflotar para otros. Pero fue algo más que eso. Su obra cumbre, “La teoría general”, aparecida en 1936, tiene un último capítulo, el XXIV, titulado “Notas sobre las conclusiones de filosofía social a las que podría llevarnos la teoría general”, el que bien puede ser considerado una base cierta del moderno “progresismo”.
Hace unos pocos lustros otro pensador inglés, Anthony Giddens, teorizó sobre “ la Tercera Vía ”, que hicieron famosa los ex primeros ministros Gerhard Schröder, de Alemania, y Tony Blair, del Reino Unido. Una suerte de mitad de camino entre el socialismo y el capitalismo, algo sobre lo que en la post II Guerra Mundial ya había expresado el entonces papa Eugenio Pacelli (Pío XII) cuando dijo que había que encontrar una alternativa de ese tipo. Un representante explícito de esa “Tercera Vía” en el encuentro del balneario chileno es el actual premier del Reino Unido, Gordon Brown. En los hechos han ido confluyendo el resto de los asistentes como los presidentes socialdemócratas Luiz Inácio Lula da Silva, del Brasil, y Michelle Bachelet, y desde otro origen la argentina Cristina Fernández. El nuevo discurso formal del gobierno estadounidense justifica la presencia del vicepresidente Joe Biden.
Pero vale la pena retomar las ideas esgrimidas en el marco de la “Gran Depresión” de los años 1930 por Keynes y que en la II Guerra fueron profundizadas por un economista nacido en el actual Bangladseh, William Henry Beveridge, director del London School of Economice. Keynes fue un avanzado, en particular en ese final Capítulo XXIV de la “Teoría General” un anticipador de la “Tercera Vía”, o del actual “progresismo”, de manera más genérica. Beveridge, un poco después, en sus dos informes al parlamento del Reino Unido, en 1940 y 1942, y luego como diputado por el Partido Liberal, desarrolló sus criterios sobre el “Welfare State” (estado de bienestar), profundizando las ideas sociales de Keynes.
Sin hablar de terceras vías, en el marco las ideas de ambos, el “capitalismo con rostro humano”, como lo denominaron algunos, dio lugar, entre 1945 y 1975, a lo que se da en llamar “los felices años del capitalismo”, en el marco de los equilibrios que hacían necesaria su supervivencia, según la visión keynesiana. Equilibrios que no podían sostenerse, sin criterios sociales por “los economistas profesionales que permanecieron impasibles ante la falta de concordancia entre los resultados de su teoría y los hechos observados”, en referencia con la debacle por la crisis de superproducción y especulación estallada en 1929.
“Nuestra crítica a la teoría económica clásica aceptada no ha consistido tanto en buscar los defectos lógicos de su análisis, como en señalar que los supuestos tácticos en que se basan se satisfacen rara vez o nunca, con las consecuencias de que no se pueden resolver los problemas económicos del mundo real. Pero si nuestros controles centrales logran establecer un volumen global de producción correspondiente a la ocupación plena tan aproximadamente como sea posible, la teoría clásica vuelve a cobrar fuerza de aquí en adelante”, señaló Keynes. Parafraseando al ex presidente estadounidense Bill Clinton se puede decir “Son el estado y los controles, idiota”.
Y cuando hablaba del estado y los controles, remarcaba los peligros de la transnacionalización financiera. “Ideas, conocimiento, arte, hospitalidad, viajes, ésas son las cosas que deben ser internacionales por su propia naturaleza. Pero dejad que los productos sean caseros siempre que sea razonable y convenientemente posible; y, por encima de todo, permitid que las finanzas sean básicamente nacionales”, señaló al respecto, anticipándose a graves males del presente.
Allá, en 1936, cuando apareció la “Teoría General”, también se adelantó a recomendar políticas que sus detractores despreciaron cuando, sobre todo en los Estados Unidos de América se optó por liberar de impuestos a los ricos durante el gobierno de George Walter Bush. “Desde el final del Siglo XIX se ha progresado mucho en remover las enormes inequidades en la distribución de la riqueza y del ingreso gracias a los impuestos directos –impuestos a los ingresos, impuestos extraordinarios e impuestos a la herencia- especialmente en Gran Bretaña. Mucha gente querría ver que este proceso fuera mucho más lejos, pero los detienen dos consideraciones; por una parte, el miedo a que las altas tasas impositivas fomenten la evasión y disminuyan demasiado el incentivo a tomar riesgos, pero principalmente la creencia de que el crecimiento del capital depende de la fuerza de los incentivos hacia el ahorro individual, y que una gran proporción de ese crecimiento depende del ahorro de los ricos”, fue su reflexión.
Desde la izquierda se requiere mucho más, pero para los responsables de la actual catástrofe esta anticipación de la “Tercera Vía” del “progresista” Keynes, es demasiado: “No hay ninguna razón evidente que justifique un sistema de socialismo de estado que abarcaría la mayor parte de la vida económica de la comunidad. No es importante que el estado asuma la propiedad de los medios de producción. Si el estado es capaz de determinar la cantidad total de los recursos dedicados a aumentar los instrumentos y la tasa básica de compensación a aquellos que los poseen, se ha realizado todo lo que es necesario”. Es decir cuando los que más tienen más aporten para el “estado de bienestar” que reclamó luego Beveridge.-
Fernando Del Corro es periodista, historiador graduado la Universidad de Buenos Aires (UBA), docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA y subdirector de la carrera de "Periodismo económico" y colaborador de la cátedra de grado y de la maestría en "Deuda Externa", de la Facultad de Derecho de la UBA.
MERCOSUR Noticias.
29-03-09
MÁS HAMBRE
EN EL MUNDO
Reuters
La FAO estima que más de 1.000 millones de personas de todo el mundo sufrirá hambre este año por los efectos combinados de la crisis económica mundial y los altos precios de los alimentos.
El número de gente que pasa hambre de forma crónica ha ido en aumento sin cesar, en 75 millones en 2007 y unos 40 millones en 2008. A finales de 2008, 963 millones de personas estaban desnutridas, casi dos tercios de las cuales en la región Asia-Pacífico.

Diouf dijo que era necesario que la ayuda se dirigiera de nuevo a la agricultura.
"El primer y principal elemento es la necesidad de invertir en producción agrícola (para luchar contra el hambre) y esto requeriría 30.000 millones de dólares al año", declaró.
Esa suma, suficiente para ayudar a 500 millones de pequeños agricultores, habría sido considerada alta en el pasado, pero la puso en el contexto de los billones de dólares que los gobiernos occidentales han inyectado en planes para estimular sus economías.

Entre 2006 y 2008, dice la FAO, los precios de los fertilizantes subieron un 170 por ciento y las semillas y alimentos animales en al menos un 70 por ciento, colocándolos fuera del alcance de los pequeños agricultores.

Diouf dijo que los donantes de ayuda necesitaban garantizar que la financiación de la agricultura volviera a los niveles de finales de la década de los setenta y principios de los ochenta, cuando el 17 por ciento de la ayuda al desarrollo del exterior iba a la agricultura, facilitando una "revolución verde" en Asia y Latinoamérica.

30-03-09
Eric Hobsbawm
REDISEÑAR
EL FUTURO


Eric Hobsbawm aparece en la puerta de la embajada de Alemania en Londres. Son poco más de las tres de la tarde en la hermosa Belgrave Square y las banderas de las embajadas se adivinan por detrás de las copas de los árboles. Lleva anteojos, la gorra puesta, un abrigo no muy pesado. Saluda. Tiene manos grandes y huesudas, pero no parecen las manos de un viejo. Ninguna deformación de artritis las atacó. Muy pronto una pequeña prueba demuestra que las piernas de Hobsbawm también están en buena forma. Baja con agilidad los tres escalones que llevan del palier a la vereda. Parece ver bien. Tiene un bastón en la mano derecha. No se apoya en él, pero quizá lo use como un seguro, por si trastabilla, o como un sensor de alerta temprana que detecta escalones, charcos y, de inmediato, el cordón de la vereda. Hobsbawm es alto y flaco. Uno ochenta y pico. No pide ayuda. El chofer del Foreign Office le abre la puerta izquierda del Jaguar negro. Entra en el auto con facilidad. El coche es grande, por suerte, y cabe, pero el viaje igual es corto.

–Vino un historiador alemán, por eso estoy en la embajada, y debo volver –avisa–. Llegó de visita a Londres y quiso conversar con algunos de nosotros. Sé que vamos a Canning House. Está bien. Poco trayecto, ¿no?

El auto da media vuelta a Belgrave Square y se detiene frente a otro palacete blanco de tres escalones, porche rodeado de columnas y puerta de madera pesada. Por algún motivo mágico el conductor de pelo blanco con mechón sobre la cara, traje azul y sonrisa como la del ayudante del inspector Morse de Oxford, ya le abre a Hobsbawm. Entre esas construcciones tan parecidas, la elegancia del Jaguar lo asemeja a un carruaje recién lustrado. El cochero sonríe cuando Hobsbawm desciende. El profesor le devuelve la simpatía mientras trepa con facilidad hasta un hall oscuro. Ya entró en Canning House y a la derecha ve una enorme imagen de José de San Martín. A la izquierda del pasillo, una gran sala. El té ya está servido. Es decir, el té, las masas y una torta. Otro cuadro del mismo tamaño que el de San Martín. Es Simón Bolívar. Y también es Bolívar el caballero del busto sobre el aparador.

¿Cuánto té habrán tomado Bolívar y San Martín antes de salir de Londres a Sudamérica, a principios del siglo XIX, para cumplir su plan de independencia?

Hobsbawm apura la primera taza y quiere ser él quien arroje la primera pregunta.

–¿Cómo está la Argentina? –interroga pero no tanto, porque no espera y comenta–. El año pasado Cristina estuvo por venir a Londres para una reunión de presidentes progresistas y pidió verme. Yo dije que sí, pero ella no vino. No fue su culpa. Estaba en medio de la confrontación con la Sociedad Rural.

Hobsbawm habla un inglés sin la afectación ni el tartamudeo de algunos académicos del Reino Unido. Pero acaba de pronunciar “Sociedad Rural” en castellano.

–¿Qué pasó con ese conflicto? –pregunta.

Tras la explicación correspondiente, el profesor inclina la cabeza, más curioso que antes, mientras con la mano derecha su tenedor intenta cortar la tarta de manzana. Es una tarea difícil. Entonces se desconcentra de la tarta y fija la mirada esperando, ahora sí, alguna pregunta.

–El mundo está complejo –afirma sin embargo manteniendo la iniciativa–. No quiero caer en slogans, pero es indudable que el Consenso de Washington murió. La desregulación salvaje ya no sólo es mala: es imposible. Hay que reorganizar el sistema financiero internacional. Mi esperanza es que los líderes del mundo se den cuenta de que no se puede renegociar la situación para volver atrás sino que hay que rediseñar todo hacia el futuro.

–La Argentina experimentó varias crisis, la última fuerte en 2001. En 2005 el presidente Néstor Kirchner, de acuerdo con el gobierno brasileño, que también lo hizo, pagó al FMI y desenganchó a la Argentina del organismo para que el país no siguiera sometido a sus condicionalidades.

–Es que a esta altura se necesita otro FMI absolutamente distinto, con otros principios, que no dependa sólo de los países más desarrollados y en el que una o dos personas toman las decisiones. Es muy importante lo que están proponiendo Brasil y la Argentina para cambiar el sistema actual. ¿Cómo están las relaciones entre ustedes?

–Muy bien.

–Eso es muy importante. Manténganlas. Las buenas relaciones entre gobiernos como los de ustedes son muy importantes en medio de una crisis que también implica riesgos políticos. Para los standards norteamericanos, los Estados Unidos están girando a la izquierda y no a la extrema derecha. Eso también es bueno. La Gran Depresión llevó políticamente al mundo a la extrema derecha en casi todo el planeta, con excepción de los países escandinavos y los Estados Unidos de Roosevelt. Incluso en el Reino Unido llegó a haber miembros del Parlamento que eran de extrema derecha.

–¿Y qué alternativa aparece?

–No lo sé. ¿Sabe cuál es el drama? El giro a la derecha tuvo dónde recostarse: en los conservadores. El giro a la izquierda también tuvo en qué descansar: en los laboristas.

–Los laboristas gobiernan el Reino Unido.

–Sí, pero me gustaría hacerle un planteo más general. Ya no existe la izquierda tal como era.

–¿La extraña?

–Lo señalo.

–¿A qué se refiere cuando dice “la izquierda tal como era”?

–A las distintas variantes de la izquierda clásica. A los comunistas, naturalmente. Y a los socialdemócratas. ¿Pero sabe qué pasa? Todas las variantes de la izquierda precisan del Estado. Y durante décadas de giro a la derecha conservadora, el control del Estado se hizo imposible.

–¿Por qué?

–Muy sencillo. ¿Cómo controla usted el Estado en condiciones de globalización? Conviene recordar que a principios de los ’80 no sólo triunfaron Ronald Reagan y Margaret Thatcher. En Francia, François Mitterrand no logró una victoria.

–Había ganado la presidencia en 1974 y repitió en 1981.

–Es así. Pero cuando intentó una unidad de izquierdas para nacionalizar un sector mayor de la economía, no tuvo el poder suficiente para hacerlo. Fracasó por completo. La izquierda y los partidos socialdemócratas se retiraron de la escena, derrotados, convencidos de que nada podía hacerse. Y entonces, no sólo en Francia sino en todo el mundo, quedó claro que el único modelo que podía imponerse con poder real era el capitalismo absolutamente libre.

–Libre sí. ¿Por qué dice “absolutamente”?

–Porque con libertad absoluta para el mercado, ¿quién atiende a los pobres? Esa política, o la política de la no política, es la que se desarrolló con Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Y funcionó –dentro de su lógica, claro, que no comparto– hasta la crisis que comenzó en el 2008. Frente a la situación anterior la izquierda no tenía alternativa. ¿Y frente a ésta? Fijémonos, si quiere, en la izquierda más clásica de Europa. Es muy débil en Europa. O está fragmentada. O desapareció. Refundación Comunista en Italia es débil y las otras ramas del ex Partido Comunista Italiano están muy mal. Izquierda Unida en España también está cayendo de la ladera de la colina. Algo quedó en Alemania. Algo en Francia, con el Partido Comunista. Ni esas fuerzas, y menos aún la izquierda más extrema, como los trotskistas, y ni siquiera una socialdemocracia como la que describí antes, alcanzan todavía como respuesta a esta crisis y a sus peligros. La misma debilidad de la izquierda aumenta los riesgos.

–¿Qué peligro ve?

–En períodos de gran descontento como el que empezamos a vivir, el gran peligro es la xenofobia, que alimentará y a su vez será alimentada por la extrema derecha. ¿A quién buscará esa extrema derecha? Buscará atraer a los “estúpidos” ciudadanos que cuidan su trabajo y temen perderlo. Y digo estúpidos irónicamente, quiero aclararle. Porque ahí reside otro fracaso evidente del fundamentalismo de mercado. Dejó libertad para todo. ¿Y la verdadera libertad de trabajo? ¿La de cambiarlo y mejorar en todos los aspectos? Esa libertad no la respetó porque, para el fundamentalismo de mercado, habría resultado políticamente intolerable. También habrían sido políticamente intolerable la libertad absoluta y la desregulación absoluta en materia laboral, al menos en Europa. Yo temo una era de depresión.

–¿Usted no tiene dudas, ya, de que entraremos en depresión?

–Si lo desea podemos hablar técnicamente, como los economistas, y cuantificar trimestres. Pero no hace falta. ¿Qué otra palabra puede usar uno para denominar un tiempo en el que muy velozmente millones de personas pierden su empleo? De cualquier manera, hasta el momento no veo un escenario de una extrema derecha ganando por mayoría en elecciones, como ocurrió en 1933 cuando Alemania eligió a Adolf Hitler. Es paradójico, pero con un mundo muy globalizado un factor impedirá la inmigración, que a su vez suele ser la excusa para la xenofobia y el giro hacia la extrema derecha. Y ese factor es que la gente emigrará menos –hablo en términos masivos– al ver que en los países desarrollados la crisis es tan vasta. Volviendo a la xenofobia, el problema es que aunque la extrema derecha no gane podría ser muy importante en la fijación de la agenda pública de temas y terminaría por imprimirle una cara muy fea a la política.

–Dejemos a un lado la economía por el momento. Pensando en política, ¿qué cosa disminuiría el riesgo de xenofobia?

–Me parece bien, vamos a la práctica. El peligro disminuiría con gobiernos que gocen de la suficiente confianza política por parte del pueblo por su capacidad de restaurar el bienestar económico. La gente debe ver a los políticos como gente capaz de garantizar la democracia, los derechos individuales y al mismo tiempo coordinar planes eficaces para salir de la crisis. Ahora que hablamos de este tema, ¿sabe que veo a los países de América latina sorprendentemente inmunes a la xenofobia?

–¿Por qué?

–Yo le pregunto si es así. ¿Es así?

–Es posible. No diría que son inmunes si uno piensa, por ejemplo, en el tratamiento racista de un sector de Bolivia hacia Evo Morales, pero al menos en los últimos 25 años de democracia, por tomar la antigüedad de la democracia argentina, la xenofobia y el racismo nunca fueron masivos ni nutrieron partidos de extrema derecha, que son muy pequeños. No pasó ni siquiera con la crisis del 2001, que culminó el proceso de destrucción de millones de empleos, a pesar de que la inmigración boliviana ya era muy importante en número. Ahora, no hablamos de los cantos de las hinchadas de fútbol, ¿no?

–No, yo lo pienso en términos masivos.
–Entonces las cosas parecen ser como usted las piensa, profesor. Y, como en otros lugares del mundo, el pensamiento de la extrema derecha aparece por ejemplo con la crispación sobre la seguridad y la inseguridad en las calles.

–Sí, América latina es interesante. Yo lo intuyo. Fíjese el país más grande, Brasil. Lula mantuvo algunas líneas de estabilidad económica de Fernando Henrique Cardoso, pero extendió enormemente los servicios sociales y la distribución. Algunos dicen que no es suficiente...

–¿Y usted qué dice?

–Que no es suficiente. Pero que lo que Lula hizo, lo hizo. Y es muy significativo. Lula es el verdadero introductor de la democracia en Brasil. Y nadie lo había hecho nunca en la historia de ese país. Por eso hoy tiene el 70 por ciento de popularidad, a pesar de los problemas previos a las últimas elecciones. Porque en Brasil hay muchos pobres y nadie jamás hizo tantas cosas concretas por ellos, desarrollando a la vez la industria y la exportación de productos elaborados. Aunque la desigualdad sigue siendo horrorosa. Pero hacen falta muchos años para cambiar más las cosas. Muchos.

–Y usted piensa que serán años de depresión mundial.

–Sí. Lamento decirlo, pero apostaría a que habrá depresión y que durará algunos años. Estamos entrando en depresión. ¿Sabe cómo se da cuenta uno? Hablando con gente de negocios. Bueno, ellos están más deprimidos que los economistas y que los políticos. Y a la vez, esta depresión es un gran cambio para la economía, capitalista global.

–¿Por qué está tan seguro?

–Porque no hay vuelta atrás hacia el mercado absoluto que rigió en los últimos 40 años, desde la década de 1970. Ya no es una cuestión de ciclos. El sistema debe ser reestructurado.

–¿Le puedo preguntar otra vez por qué está tan seguro?

–Porque ese modelo no sólo es injusto: ahora es inviable. Las nociones básicas según las cuales las políticas públicas debían ser abandonadas, ahora están siendo dejadas de lado. Fíjese lo que hacen, y a veces lo que dicen, dirigentes importantes de países de-sarrollados. Están intentando reestructurar las economías para salir de la crisis. No estoy elogiando. Estoy describiendo un fenómeno. Y ese fenómeno tiene un elemento central: ya nadie siquiera se anima a pensar que el Estado puede no ser necesario para el desarrollo económico. Ya nadie dice que bastará con dejar que fluya el mercado, con su libertad total. ¿No ve que el sistema financiero internacional ya ni funciona? En un sentido, esta crisis es peor que la de 1929-1933, porque es absolutamente global. Los bancos ni funcionan.

–¿Dónde vivía usted en ese momento, a comienzos de los años ’30?

–Nada menos que en Viena y Berlín. Era un chico. Qué horroroso ese momento. Hablemos de cosas mejores, como Franklin Delano Roosevelt.

–Usted lo rescató en una entrevista con la BBC al principio de la crisis.

–Sí, y rescato los motivos políticos de Roosevelt. En política aplicó el principio de “Nunca más”. Con tantos pobres, con tantos hambrientos en los Estados Unidos, nunca más el mercado como factor exclusivo de asignación de recursos. Por eso decidió realizar su política de pleno empleo. Y de ese modo no solamente atenuó los efectos sociales de la crisis sino sus eventuales efectos políticos de fascistización sobre la base del miedo masivo. El sistema de pleno empleo no modificó de raíz la sociedad, pero funcionó durante décadas. Funcionó razonablemente bien en los Estados Unidos, funcionó en Francia, produjo la inclusión social de mucha gente, se basó en el bienestar combinado con una economía mixta que tuvo resultados muy razonables en el mundo de la segunda posguerra. Algunos Estados fueron más sistemáticos, como Francia, que implantó el capitalismo dirigido, pero en general las economías eran mixtas y el Estado estaba presente de un modo u otro. ¿Podremos hacerlo de nuevo? No lo sé. Lo que sé es que la solución no estará solo en la tecnología y el desarrollo económico. Roosevelt tuvo en cuenta el costado humano de la situación de crisis.

–Es decir que para usted las sociedades no se suicidan.

(Piensa) –No deliberadamente. Sí pueden ir cometiendo errores que las llevan a terribles catástrofes. O al desastre. ¿Con qué razonabilidad, durante estos años, se podía creer que el crecimiento con tal nivel de burbuja sería ilimitado? Tarde o temprano se terminaría y algo debía ser hecho.

–De manera que no habrá catástrofe.
–No me interesan las predicciones. Mire, si viene, viene. Pero si hay algo que se pueda hacer, hagámoslo. Uno no puede perdonarse no haber hecho nada. Por lo menos un intento. El desastre sobrevendrá si nos quedamos quietos. La sociedad no puede basarse en una concepción automática de los procesos políticos. Mi generación no se quedó quieta en los años ’30 y ’40. En Inglaterra yo crecí, participé activamente de la política, fui académico estudiando en Cambridge. Y todos estábamos muy politizados. Nos tocó muy de cerca la Guerra Civil española. Por eso fuimos firmemente antifascistas.

–Le tocó a la izquierda de todo el mundo. También en América latina.

–Claro, fue un tema muy fuerte para todos. Y nosotros, en Cambridge, veíamos que los gobiernos no hacían nada por defender a la República. Por eso reaccionamos contra las viejas generaciones y los gobiernos que las representaban. Años después entendí la lógica de por qué el gobierno del Reino Unido, donde nosotros estábamos, no hizo nada contra Francisco Franco. Ya tenía la lucidez de saberse un imperio en decadencia y tenía conciencia de su debilidad. España funcionó como una distracción. Y los gobiernos no debieron haberla tomado así. Se equivocaron. El alzamiento contra la República fue uno de los hechos más importantes del siglo XX. Recién después, en la Segunda Guerra...

–Poco después, ¿no? Porque el fin de la Guerra Civil española y la invasión alemana de Checoslovaquia ocurren en el mismo año.

–Es verdad. Le decía que recién después el liberalismo y el comunismo hicieron causa común. Se dieron cuenta de que, si no, eran débiles frente al nazismo. Y en el caso de América latina el modelo de Franco influyó más que el de Benito Mussolini, con sus ideas conspirativas de la sinarquía, por ejemplo. No lo tome como una disculpa a Mussolini, por favor. El fascismo europeo en general es una ideología inaceptable, opuesta a valores universales.

–Usted habla de América latina...

–Pero no me pregunte de la Argentina. No sé lo suficiente de su país. Todos me preguntan por el peronismo. Para mí está claro que no puede ser mirado como un movimiento de extrema derecha. Fue un movimiento popular que organizó a los trabajadores y eso quizás explique su permanencia en el tiempo. Ni los socialistas ni los comunistas pudieron establecer una base fuerte en el movimiento sindical. Sé de las crisis que sufrió la Argentina y sé algo de su historia, del peso de la clase media, de su sociedad avanzada culturalmente dentro de América latina, fenómeno que creo que todavía se mantiene. Sé de la edad de oro de los años ’20 y sé de los ejemplos obscenos de desigualdad comunes a toda América latina.

–Usted siempre se definió como un hombre de izquierda. ¿También sigue teniendo confianza en ella?

–Sigo en la izquierda, sin duda con más interés en Marx que en Lenin. Porque seamos sinceros, el socialismo soviético falló. Fue una forma extrema de aplicar la lógica del socialismo, así como el fundamentalismo de mercado fue una forma extrema de aplicación de la lógica del liberalismo económico. Y también falló. La crisis global que comenzó el año pasado es, para la economía de mercado, equivalente a lo que fue la caída del Muro de Berlín en 1989. Por eso me sigue interesando Marx. Como el capitalismo sigue existiendo, el análisis marxista aún es una buena herramienta para analizarlo. Al mismo tiempo, está claro que no solo no es posible sino que no es deseable una economía socialista sin mercado ni una economía en general sin Estado.

–¿Por qué dice lo último?

–Si uno mira la historia y mira el presente, no tiene ninguna duda de que los problemas principales, sobre todo en medio de una crisis profunda, deben y pueden ser solucionados por la acción pública. El mercado no está en condiciones de hacerlo.

Página 12
30-03-09
LA CONFESIÓN

Alfredo Zaiat

Es un viejo conocido de los argentinos. En los peores meses previos al estallido de la convertibilidad visitó el país en más de una ocasión. Ocupó uno de los principales cargos de la estructura financiera internacional. Conoció como pocos el funcionamiento del sistema que se derrumbó, no sólo sus aspectos formales sino la profundidad de la trama de intereses y presiones de los poderosos. El fue uno de los protagonistas de esa obra de la globalización. Experto en finanzas, trabajó para bancos y participó activamente en el proceso de reunificación alemana. Fue el número uno del Fondo Monetario Internacional en el período 2000-2004. Hoy es presidente de Alemania.
El martes pasado, en el tradicional Discurso de Berlín, que se pronuncia una vez el año en la capital alemana dedicado a un tema general de actualidad, Horst Köhler se confesó: “Voy a contarles una historia sobre mi propio fracaso. Muchos, que conocían el problema, advirtieron sobre el peligro de una crisis en el sistema pero en las capitales de los países industrializados no se oyeron sus advertencias. Faltó la voluntad de imponer la primacía de la política sobre los mercados financieros. Demasiada gente con muy poco dinero pudo poner en movimiento gigantescas palancas financieras. Durante muchos años se logró convencer a la gente de que las deudas eran un valor en sí mismas, sólo había que comercializarlas. Los bancos compraban y vendían cada vez más papeles cuya repercusión no entendían ni ellos mismos. Lo principal era aumentar las ganancias a corto plazo. Los bancos abandonaron los fundamentos de su propia cultura que eran sentido de la estabilidad monetaria, respeto a los ahorristas y pensar a largo plazo. Los bancos olvidaron también el precepto constitucional según el cual la propiedad genera obligaciones. La construcción de pirámides financieras se convirtió en un fin en sí mismo, sobre todo para los bancos de inversión. Con ello no sólo se despidieron de la economía real sino de la sociedad en general, con lo que el problema se convirtió en un asunto de responsabilidad y de decencia. Ahora vemos que el mercado solo no arregla nada. Necesita un Estado fuerte que le imponga reglas. La crisis muestra que la libertad sin fronteras genera destrucción”.

Este impactante testimonio no sólo representa una contrición de uno de los intérpretes del frenesí financiero de las últimas décadas, sino que constituye un valioso documento que ofrece las señales acerca de un cambio de época. Si bien el poder de Wall Street sigue presente, como se reflejó en el plan de rescate de activos tóxicos que preserva a los banqueros del fracaso, ha comenzado una lenta pero persistente corriente de pensamiento en las esferas del liderazgo mundial que, sin romper con el esquema conservador del funcionamiento de la economía, busca recuperar espacios cedidos a esa abstracción denominada mercado.

Esa tendencia es difícil de percibir en el espacio doméstico porque éste sigue dominado por debates de visión pueblerina. El discurso hegemónico continúa con conceptos y visiones del mundo que están siendo desplazados. El caso extremo en la plaza local es la centralidad que tiene el dólar en la vida económica cuando esa moneda ha empezado a ser cuestionada como unidad de reserva a nivel mundial por nada menos que por la potencia emergente, China. También queda expresada en el desprecio a la participación del Estado en la economía cuando asume empresas privatizadas (Aerolíneas Argentinas), revoca el lucro de las finanzas con el dinero previsional de los trabajadores (AFJP), interviene en el esquema de rentabilidades relativas en el campo (retenciones) o estudia la constitución de una Agencia de Comercialización de productos agropecuarios (proyecto postergado).

En cambio, a nivel internacional se empieza a abrir el horizonte que Köhler esbozó en la idea de que “el mercado solo no arregla nada; necesita un Estado fuerte que le imponga reglas”. Otro concepto expresado por el ex número uno del FMI excede el escenario del pensamiento económico y se refiere a una subordinación que provocó el actual descalabro: el abandono de “la voluntad de imponer la primacía de la política sobre los mercados”. Esta última idea genera escozor en la secta de economistas del establishment doméstico, que confunden deseo con rigurosidad analítica acumulando así un compendio de desilusiones. Esa irritación la han estado manifestando sin pudor en sus visibles recorridas por gran parte de los medios de comunicación, pero con más intensidad en la cálida recepción que el mundo empresario le tributa en forma permanente. De esa forma se va instalando la idea de recuperar el mercado para frenar el avance del Estado, mayor participación del sector público en la economía que se expresa vulgarmente como “hacer caja”. Por ese camino se obtura la necesaria evaluación y crítica a la forma de intervención estatal por parte de la administración kirchnerista y, por lo tanto, la búsqueda de caminos superadores. La propuesta que emerge de ese rechazo a la participación del sector público es la de una regresión a un modelo que ha demostrado su fracaso, además de transitar a contramano de la tendencia que trata de abrir paso en los países centrales.

Una de las claves para comprender los motivos de esa perseverancia para que la economía domine la política se encuentra en el objetivo de restringir la democracia. Esa es la concepción básica para el funcionamiento de la sociedad que propone la ortodoxia. Para esas nutridas patrullas perdidas de la caída del Muro de Wall Street que deambulan por la Argentina, la democracia sólo funciona con reglas de juego estables si la política se subordina al mercado.
El economista francés y profesor del Institut d’Etudes Politiques de París, Jean-Paul Fitoussi, explicó en La democracia y el mercado (Paidós, 2004) que “llama la atención dos hechos sorprendentes en el marco general del análisis que sirve de referencia a la valoración de las políticas económicas. Primero, las políticas económicas se valoran como si fuesen independientes del nivel de desarrollo del país en cuestión. Segundo, que esas mismas políticas son igualmente independientes del ámbito de la democracia”. Esto significa, según Fitoussi, que “el marco de la política económica debería ser independiente de la inspiración doctrinal de los gobiernos, es decir, de las preferencias colectivas expresadas por los electores”.

En los últimos dos años, en América latina se ha verificado en forma abierta ese pensamiento conservador en más de una experiencia, donde el “mercado, manifestación de variados reclamos del poder económico, ha puesto en jaque a gobiernos elegidos con legitimidad por las mayorías exigiendo ‘consensos’, ‘paz social’ y ‘tolerancia’”. Fitoussi se pregunta si el mercado es compatible con la democracia. Su respuesta negativa está basada en que, en teoría, el mercado no es compatible con ninguna forma de gobierno ni con la democracia ni con la oligarquía ni con la dictadura. “¿Acaso no enseñamos en la teoría de los mercados perfectos que toda intervención del Estado reduce la eficacia de la economía?”, señala, para destacar que “la función de gobernar interfiere por naturaleza con los mecanismos del mercado”.
Por ese motivo, el discurso de los defensores del mercado es antiestatal, afirmando que el gobierno es un mal necesario y, por lo tanto, hay que limitar su imperio. A partir de esa base estructural expresan diferentes latiguillos, como la excesiva cantidad de empleados públicos, la existencia de elevados impuestos, la permanencia de un generoso sistema de protección social o el abuso de las regulaciones estatales. Su principal argumento, señala Fitoussi, es que “cuanto menos gobierne el gobierno, mejor le irá al mercado”. La principal consecuencia de esa concepción radica en que ésta se traduce en una negación global de la política. “Ya no son la política, el derecho y el conflicto los que deben gobernar la sociedad, sino el mercado”, cuestiona Fitoussi.

El actual proceso político y económico local refleja esa tensión, donde una fuerza quiere reinstalar al mercado como eje ordenador de la sociedad, ignorando lo que está pasando en el mundo global en crisis, mientras que otra esquiva el debate para ampliar espacios a partir del fundamental avance que ha tenido la participación del Estado en la economía.
Página/12
28-03-09

jueves, 26 de marzo de 2009

UN PLAN QUE
NO VA A FUNCIONAR
Paul Krugman

A lo largo del fin de semana, The New York Times y otros periódicos publicaban detalles filtrados sobre el plan para rescatar a los bancos del Gobierno de Obama. Tim Geithner, secretario del Tesoro, ha convencido al presidente Obama para que recicle la política del Gobierno de Bush, y más concretamente, la propuesta "Dinero a cambio de basura" que presentó hace seis meses el entonces secretario del Tesoro Henry Paulson y que después se abandonó.

El verdadero problema de este plan es que no va a funcionar
Esto es más que decepcionante. De hecho, me llena de desesperación. Después de todo, acabamos de pasar por una tormenta de fuego con las primas de AIG, durante la cual los miembros del Gobierno afirmaban que no sabían nada, que no podían hacer nada, y que de todos modos era culpa de otros. Por otra parte, la Administración no ha resuelto las dudas de los ciudadanos acerca de qué hacen los bancos con el dinero público. Y ahora, por lo visto, Obama se ha decidido por un plan financiero que, en esencia, da por sentado que los bancos están básicamente saneados y que los banqueros saben lo que hacen.

Es como si el presidente estuviera decidido a confirmar la impresión cada vez más extendida de que él y su equipo económico han perdido el contacto con la realidad, y de que su visión económica está nublada por unos lazos excesivamente estrechos con Wall Street. Y es posible que para cuando Obama comprenda que necesita cambiar de rumbo, ya haya perdido su capital político.

Centrémonos por un momento en el análisis económico de la situación. Ahora mismo, nuestra economía se ve lastrada por un sistema financiero disfuncional, paralizado por las enormes pérdidas provocadas por los activos hipotecarios y otros activos.

Como bien pueden explicar los historiadores económicos, ésta es una vieja historia, no muy distinta de docenas de crisis similares a lo largo de los siglos. Y hay un procedimiento probado para lidiar con las repercusiones de la quiebra financiera generalizada, que es el siguiente: el Gobierno se asegura la confianza en el sistema garantizando muchas deudas bancarias (aunque no necesariamente todas). Al tiempo, asume el control provisional de los bancos verdaderamente insolventes, para limpiar sus balances. Es lo que Suecia hizo a principios de la década de 1990. Es también lo que hizo EE UU tras la catástrofe de las cajas de ahorro en los años de Reagan. Y no hay razón para que ahora no podamos hacer lo mismo.

Pero al parecer, el Gobierno de Obama, al igual que el de Bush, quiere una salida más fácil. El elemento común entre el plan de Paulson y el de Geithner es la insistencia en que los activos incobrables de los libros contables valen en realidad mucho, mucho más de lo que cualquiera está dispuesto a pagar por ellos en la actualidad. De hecho, su verdadero valor es tan alto que si se les adjudicara el precio que les corresponde, los bancos no tendrían problemas.

Y por ello el plan es usar fondos públicos para impulsar al alza el precio de los activos incobrables hasta que alcancen niveles "justos". Paulson proponía que el Gobierno comprase directamente los activos. Geithner, por el contrario, plantea un complejo plan según el cual el Gobierno presta dinero a inversores privados, que lo usan para comprar esos activos. La idea, explica el principal asesor económico de Obama, es usar "la experiencia del mercado" para establecer el valor de los activos tóxicos.

Pero el plan de Geithner propone una apuesta cuyo resultado ya se sabe de antemano: si el valor de los activos sube, los inversores se benefician, pero si baja, los inversores pueden escaquearse de su deuda. Por lo tanto, en realidad no se trata de permitir que los mercados funcionen. Es sólo una forma indirecta y encubierta de subvencionar la compra de activos incobrables.

Dejando a un lado el probable coste para los contribuyentes, hay algo extraño en todo esto. Según mis cuentas, ésta es la tercera vez que el Gobierno de Obama presenta un plan que es esencialmente un refrito del plan de Paulson, y cada vez ha añadido un nuevo conjunto de extras y afirmado que está haciendo algo completamente distinto. Empieza a parecer obsesivo.

Pero el verdadero problema de este plan es que no va a funcionar. Sí, es posible que los activos problemáticos estén algo infravalorados. Pero el hecho es que los ejecutivos financieros apostaron literalmente sus bancos basándose en la creencia de que no había una burbuja de la vivienda, y en la creencia relacionada de que los insólitos niveles de endeudamiento de las familias no eran un problema. Perdieron esa apuesta. Y ningún abracadabra financiero -porque en el fondo eso es lo que es el plan de Geithner- va a cambiar ese hecho.

A lo mejor se preguntan por qué no probar el plan y ver qué pasa. Una respuesta es que el tiempo se está agotando: cada mes que no atacamos la crisis, desaparecen otros 600.000 puestos de trabajo.

Sin embargo, lo más importante es la forma en que Obama está malgastando su credibilidad. Si este plan fracasa -como sucederá casi con toda seguridad- es improbable que consiga persuadir al Congreso de que apruebe más fondos para hacer lo que debería haber hecho desde el principio.
No todo está perdido: los ciudadanos quieren que Obama tenga éxito, lo cual significa que todavía puede rescatar su plan para rescatar a los bancos. Pero se nos acaba el tiempo.
Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía de 2008. © 2009 New York Times News Service. Traducción de News Clips.
El País
24-03-09

miércoles, 25 de marzo de 2009

CRISIS ECONÓMICA Y
CRISIS DE LA ENSEÑANZA
DE LA ECONOMÍA

La crisis económica por la que atraviesa el mundo desarrollado no tiene en modo alguno una naturaleza azarosa. No ha sido un suceso impredecible y tampoco ha sorprendido a todos los economistas. La actual crisis es, de hecho, producto de decisiones económicas concretas que son fácilmente identificables y que responden a ideologías muy bien definidas.
Sin embargo, pocos economistas han sido capaces de alertar acerca de los peligros que se gestaban en las economías desarrolladas, mientras que sí han sido muchos los que se han pasado años repitiendo que en realidad todo iba viento en popa. No obstante, si atendemos a los desiguales efectos que en las distintas capas sociales han provocado las políticas de los últimos años, comenzamos a comprender por qué algunos prefirieron mirar hacia otro lado a sabiendas de lo que podía ocurrir. Más aún, si analizamos la composición de los planes de estudio que se siguen en las facultades de economía encontramos la razón que explica el resto, es decir, la absoluta incapacidad de la mayoría de los economistas a la hora de analizar la realidad económica y de prever que una crisis de la magnitud de la que estamos empezando a sufrir pueda tener lugar.
En efecto, la inmensa mayoría de los recién licenciados en economía son incapaces de comprender la crisis actual y los mecanismos que la originaron porque, sencillamente, jamás tuvieron oportunidad de aprender cómo funciona realmente una economía capitalista como en la que vivimos. Las sucesivas reformas en los planes de estudio, que próximamente y a instancias del proceso de Bolonia volverán a cambiar, han ido deteriorando la calidad de la enseñanza hasta el punto de que algunas facultades carecen hoy en día de asignaturas que en otro tiempo fueron consideradas esenciales.
Así, actualmente los estudiantes se encuentran en clase frente a modelos matemáticos, levantados sobre unos supuestos absolutamente irreales, que en nada ayudan a comprender la realidad en la que se ancla la economía. Y es precisamente para facilitar el estudio de dichos modelos por lo que los estudiantes reciben también una gran cantidad de clases de matemáticas, estadística y econometría. En este marco, las asignaturas que analizan las estructuras económicas, las historias económicas y las historias del pensamiento económico han pasado a segundo plano si es que no han desaparecido directamente.
De este modo, los nuevos economistas son capaces de desarrollar modelos analíticos, así como de llevar la contabilidad y de calcular costes y beneficios de actividades económicas concretas, pero son por lo general incapaces de comprender la dinámica del sistema económico capitalista y sus mecanismos fundamentales. Y sin las herramientas adecuadas, los nuevos economistas tienen muy difícil contrastar las distintas opciones en materia de política económica, de la misma forma que carecen de los conocimientos históricos suficientes para encontrar fenómenos similares en el pasado que ayudarían a entender muy bien lo que está pasando en la actualidad.
Y, en estas condiciones, es muy probable llegar a la conclusión de que las crisis son accidentes temporales debidos a una mala regulación o gestión y no, como demuestra la historia, fenómenos cíclicos que se producen en el marco de un sistema económico sujeto a una determinada lógica y que tiene que soportar sus propias contradicciones y limitaciones.
La actual crisis está poniendo de relieve también la incompetencia de muchos de los profesores, que durante años han explicado ficticios modelos de competencia perfecta con mercados que en condiciones de libre competencia se ajustan automáticamente, y que ahora tienen que vérselas con la difícil realidad ante las preguntas de los alumnos: ¿Por qué el dinero no fluye hacia la economía real? ¿Por qué con bajos tipos de interés no mejora el consumo y la inversión? ¿Por qué los paraísos fiscales se persiguen ahora mientras que antes abogábamos por hacer del mundo un gran paraíso fiscal? ¿Por qué nadie nos ha hablado de modelos productivos y nos ha avisado de los riesgos de la especialización en la construcción y el turismo? ¿Por qué para salvar la economía las autoridades tienen que recurrir al Estado, esa misma institución que en las clases se dice no debería tener apenas capacidad de intervención? ¿Por qué si la razón de ser de la rentabilidad de las inversiones es el riesgo asumido en ellas, cuando ese riesgo se materializa el Estado salva a proteger con el dinero de todos a quienes lo han corrido? Preguntas éstas, como muchas otras, que los profesores no saben responder al formarse muchos de ellos también con planes de estudio similares a los vigentes.
Visto lo visto muchos de estos profesionales deberían ser acusados de negligencia grave, porque su actividad está impidiendo que los nuevos economistas sean capaces de afrontar los duros retos que impone la realidad. Y eso tiene unos costes sociales altísimos en muchas formas: desempleo, desigualdad, pobreza, marginación, conflictos sociales… En suma, una gran destrucción económica y social.
Es necesario, por lo tanto, cambiar esta situación de raíz. Hay que finalizar la deriva pseudo-científica de la ciencia económica y volver a situarla sobre la realidad de la economía capitalista. Para ello es urgente reformar los planes de estudio, pluralizando las posiciones ideológicas que implícitamente se encuentran tras los modelos económicos, rescatando la preferencia por las asignaturas estructurales e históricas y estableciendo nuevos nexos con otras ramas de la ciencia social. Ésta es la única manera de lograr que los economistas de las generaciones venideras sepan comprender, explicar y denunciar los riesgos que conllevan determinadas políticas y sistemas económicos, sin que esto sea únicamente un ejercicio ideológico carente de fundamento. Que es, como se ve a la luz de los hechos, lo que sucede hoy en día.

lunes, 23 de marzo de 2009

En América Latina
UNIVERSIDAD,CULTURA
Y DEMOCRACIA



Rafael Cuevas Molina



Para nadie es un misterio que esta época tan especial, en la cual el capitalismo ha experimentado una reestructuración regresiva a escala planetaria, se encuentra dominada por una ideología: el neoliberalismo. Éste se ha convertido en el sentido común de nuestro tiempo, si bien es cierto que su penetración e importancia práctica se distribuye de manera sumamente desigual según países y regiones. Así como en el pasado aun los líderes más despóticos y autoritarios no dejaban de exaltar el valor de la democracia y de asegurar que los regímenes que presidían eran auténticas expresiones de la misma, en nuestro tiempo los gobernantes parecen competir en un concurso para ver quién declara con más ahínco su adhesión a los principios del "libre mercado."Atilio Borón (1).

El contexto

Desde la primera mitad de la década de los ochenta, el desarrollo latinoamericano se encuentra bajo el influjo de las políticas neoliberales. La década de los noventa se constituyó en el momento culminante de su aplicación, cuando se perfilaron los países modelo de acuerdo al llamado Consenso de Washington (2). Chile primero, Argentina y México después, fueron los que marcaron el derrotero que había que seguir para integrar a América Latina al nuevo contexto: el de la economía globalizada. Como apunta Atilio Borón (3), el neoliberalismo se asentó sobre cuatro dimensiones:

a. La avasalladora tendencia a la mercantilización de derechos y prerrogativas conquistados por las clases populares a lo largo de más de un siglo de lucha, convertidos ahora en "bienes" o "servicios" adquiribles en el mercado.

b. El desplazamiento del equilibrio entre mercados y Estado, un fenómeno objetivo que fue reforzado por una impresionante ofensiva en el terreno ideológico que "satanizó" al Estado mientras se exaltaban las virtudes de los mercados.

c. La creación de un "sentido común" neoliberal, de una nueva sensibilidad y de una nueva mentalidad que han penetrado muy profundamente en el suelo de las creencias populares. Como sabemos, esto no ha sido obra del azar sino el resultado de un proyecto tendiente a "manufacturar un consenso", para utilizar la feliz expresión de Noam Chomsky, y para lo cual se han destinado recursos multimillonarios y toda la tecnología mass-mediática de nuestro tiempo a los efectos de producir un duradero lavado de cerebro que permita la aplicación aceitada de las políticas promovidas por los capitalistas. Este conformismo también se expresa en el terreno más elaborado de las teorías económicas y sociales por aquello que en Francia se denomina "el pensamiento único".

d. Finalmente, el neoliberalismo cosechó una importantísima victoria en el terreno de la cultura y la ideología al convencer a amplísimos sectores de las sociedades capitalistas -y a la casi totalidad de sus elites políticas- de que no existe otra alternativa. Su éxito en este terreno ha sido rotundo: no sólo impuso su programa sino que, inclusive, cambió a su provecho el sentido de las palabras. El vocablo "reforma", por ejemplo, que antes de la era neoliberal tenía una connotación positiva y progresista -y que fiel a una concepción iluminista remitía a transformaciones sociales y económicas orientadas hacia una sociedad más igualitaria, democrática y humana- fue apropiado y "reconvertido" por los ideólogos del neoliberalismo en un significante que alude a procesos y transformaciones sociales de claro signo involutivo y antidemocrático.

El neoliberalismo, por lo tanto, más que una doctrina o una simple colección de medidas económicas, constituye una verdadera corriente civilizatoria propia del capitalismo en su actual etapa de desarrollo, es decir, dominado por el capital financiero sustentado sobre la revolución tecnológica acaecida en la segunda mitad del siglo XX.

Esta corriente civilizatoria transformada en sentido común, habiendo llegado a todos los rincones de la sociedad (desde los más públicos hasta los más íntimos), ha alcanzado a la institución universitaria, afectándola tanto “desde afuera” como “desde adentro”. En estas condiciones, la institución universitaria se ve cada día más cuestionada (tanto “desde fuera” como “desde dentro”), poniéndose en tela de duda su pertinencia frente a los requerimientos del mundo actual.

El concepto de educación dominante

Bajo la racionalidad neoliberal, que acabamos de exponer, el sistema educativo es analizado en relación a tres ideas fundamentales: eficiencia, eficacia y calidad, que fueron originalmente acuñadas por la pedagogía estadunidense del eficientismo industrial que traslada al campo pedagógico y, en general al de las ciencias humanas, conceptos empresariales. De esta manera, se vincula lineal y mecánicamente el sistema educativo con el aparato productivo, subordinando el primero a los intereses del segundo. Se considera a la educación como producción de capital humano, como inversión personal y colectiva, la cual debe, por lo tanto, ser rentable en términos económicos.

Estos son los principios que rigen los programas educativos para América Latina de organismos internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Según este razonamiento, invertir mejor no significa invertir más, sino desarrollar aquellas áreas educativas que demanda el mercado y considerar la educación como una empresa que debe mostrar su eficiencia, eficacia, rentabilidad y calidad. (4)

La universidad que se cuestiona

No toda institución universitaria es cuestionada. Quien se encuentra en el centro de las dudas es la universidad pública estatal. Se remarca el carácter estatal de la universidad pública porque de él deriva buena parte de los cuestionamientos. En términos generales, y como ya se apuntó someramente antes, lo estatal es considerado, desde la ideología neoliberal, la principal rémora que impide el desarrollo y el progreso. Lo estatal sería sinónimo de ineficiencia, corrupción, privilegios gremiales, apatía y, en general, atraso. Por ello, lo estatal debe reformarse o, mejor aún, reducirse o desaparecer. La reducción del aparato estatal (a través de la venta de activos, de la reducción de las planillas, etc.) se constituye en objetivo primordial de los gobiernos que impulsa políticas de carácter neoliberal.

La universidad pública estatal no escapa a esta panorámica. Los argumentos girarán, siempre, en torno a los aspectos antes mencionados y no vale la pena repetirlo aquí. Las consecuencias serán varias e incidirán en muy distintos ámbitos. Uno de ellos será el presupuesto que el Estado está en la obligación de proporcionarle. Ubicándose el “gasto” en educación en el ámbito de lo social, este se verá reducido y se le exigirá a la institución universitaria que genere crecientemente sus propios recursos a través de la venta de servicios. Por otro lado, se verá compelida a “racionalizar” el gasto, lo que incidirá, en primer lugar, en la reducción de su planilla, sobre todo de personal estable, lo que provocará el crecimiento de una masa de profesores flotantes que prestarán sus servicios de forma esporádica y con formas de contratación precarias.

La venta de servicios

Esto generará dinámicas específicas al interior de la institución universitaria. Por un lado, la venta de servicios reconfigurará: 1) el perfil socio-económico del estudiantado en los programas en los cuales se debe pagar; 2) la oferta académica porque, paulatinamente, se irán privilegiando aquellos programas que son “rentables”, es decir, que dejan buenos dividendos económicos. Estos aspectos remodelarán a la universidad. Por un lado, la estratificará en varios sentidos: 1) porque habrán espacios académicos exitosos económicamente y, por lo tanto, con recursos suficiente para acceder a mejorar su infraestructura física, tecnológica, etc., y para que sus académicos se formen, participen en actividades internacionales, etc. Por otro lado, estarán aquellas áreas que, por distintas razones (ideológicas, por no estar en la corriente dominante privilegiada por el neoliberalismo, etc.) no pueden generar exitosas ventas de servicios, lo que las transformará en unidades pobres, a veces carentes hasta de los recursos mínimos para poder funcionar.

Entre las primeras generalmente se encuentran las unidades académicas vinculadas a las áreas tecnológicas (sobre todo la informática), los idiomas (sobre todo las que tienen que ver con la enseñanza del inglés), y los cursos de postgrado. Entre las segundas las humanidades (en primer lugar), las artes y las ciencias sociales. Las dos primeras serán consideradas, en términos generales, prescindibles, en la medida en que no tienen directo carácter instrumental, son críticas con el mundo circundante y no se ubican en la racionalidad tecnológica. Esto generará, por lo tanto, una estatificación interna al interior de la institución.

2) La universidad también se estratificará de otra forma: tendrá estudiantes con más y otros con menos recursos. Los primeros exigirán (y se considerará legitima su exigencia en razón de que están pagando) buenas instalaciones, clases con apoyo tecnológico apropiado, profesores eficientes y… buenas notas.

El personal flotante

El principal impacto que tiene el crecimiento de una población de docentes que no se encuentran ligados a la universidad por lazos estables de contratación es el decrecimiento del compromiso con sus objetivos y programas. Estas formas de trabajo precario, inestable, a veces temporal, reproduce formas de trabajo propias de las maquilas y el trabajo informal (5), aquel que a veces creemos confinado a las esquinas de nuestras populosas ciudades en donde se nos venden baratijas, frutas, dulces o cualquier otra cosa. Esto incidirá de manera directa en la calidad de la docencia pero, sobre todo, de la investigación, la cual será cada vez más artículo de lujo al que se accede después que ha sido satisfecha la primera y más importante tarea a la que se le irá reduciendo a la universidad: la de graduar profesionales.

Una primera conclusión que podemos derivar de lo antedicho es que la cultura neoliberal se ha enquistado con fuerza al interior de la universidad pública, y que esto tiene como uno de sus resultados la existencia, en su seno, de dos universidades:

• una que “avanza con el tono de los tiempos” y otra que “se queda rezagada”, cuestionando, oponiéndose o resistiendo al rumbo de los acontecimientos;

• una que accede a mejores condiciones de infraestructura física y tecnológica, y otra a la que a veces le falta hasta lo elemental;• una que se compromete con los fines y objetivos de la universidad y otra que la ve como “un trabajo” más.

• Una con estudiantes con problemas económicos que a veces ponen en riesgo su estadía en la institución, y otra con muchachos y muchachas que abarrota los estacionamientos con sus automóviles.

Una universidad menos democrática, más excluyente, menos crítica; fracturada y contradictoria.

La educación superior privada

“Es bastante deseable que todos los jóvenes, independientemente de la riqueza, de la religión o del color, o, también, del nivel social de sus propias familias, tengan la oportunidad de recibir tanta instrucción cuanto puedan asimilar, siempre que estén dispuestos a pagar por ella, sea en el presente, sea a costa de rendimientos superiores que percibirán en el futuro, gracias a la instrucción recibida.”Milton y Rose Friedman(6)

El modelo neoliberal de educación, que la entiende como un “servicio” que puede ofrecerse en un mercado en el que compiten distintos oferentes, promueve el surgimiento explosivo de universidades privadas. Estas tienen una oferta de servicios académicos en donde se vislumbran “nichos de mercado” determinados, es decir, en donde se tiene certeza que contarán con una gran demanda."

Macdonalización de la enseñanza" han dado en llamar algunos al lento pero inexorable proceso de integración de la enseñanza superior al mundo del mercado. Y justamente este paralelismo que parece ser meridianamente claro y "correcto" a la hora de graficar un proceso de cambio que implica, además de globalización, un fuerte desarrollo tecnológico que permite la diseminación del conocimiento, suscita fuertes controversias.

A propósito de esta comparación, el Director General Adjunto de Educación de la UNESCO, John Daniel, señala tres puntos que pueden ayudarnos a reflexionar sobre la evolución que vive hoy la educación: en primer lugar según él, a pesar de su ubicuidad, lo que esta cadena gastronómica brinda, es una proporción mínima de lo que la gente consume; en segundo lugar, vende porque a la gente le gusta la comida que sirve; y por último, la clave de su éxito está en que ofrece un menú limitado de platillos disponibles en locales idénticos y con el mismo sabor y calidad en todas partes del mundo.

Más allá de ello, el eje de la controversia educacional radica en si esta evolución -o comercialización de la educación- es positiva o no para la enseñanza y para la sociedad.Lo que si está fuera de debate, es que la educación se está transformando en un commodity. No en vano la educación superior ha pasado a ser objeto de estudio de la firma Merrill Lynch, especializada en inversiones bancarias. Tampoco es casual que las dos principales firmas dedicadas a comercializar la educación superior en Estados Unidos (Apollo y Sylvan Learning) coticen hoy en Wall Street y que el Acuerdo General de Servicios Comerciales (GATS) haya incluido a la educación en una lista de servicios a ser privatizados.

Y por ahí parecen pasar hoy las claves del problema. Si la educación es redituable -que lo es- ¿quiénes determinarán los contenidos de los "Menús Combos" de estos "McDonalds de la pizarra"? O bien, siguiendo el razonamiento de John Daniel en cuanto a que la oferta de estos Fast Foods representa una mínima proporción de la comida que la gente consume, no es despreciable el hecho de que cada vez es también menor... "la gente que los puede consumir". ¿Es realmente cierto que lo que ofrecen es lo que gusta al "consumidor"?, o bien es lo que sirve al mercado.

Por un lado se argumenta que la masificación de la educación superior beneficia a los estudiantes potenciales ya que se reduce los costos de producción y por ende se pone el "producto" al alcance de mayor número de personas. Así, las ventajas parecen pasar exclusivamente por una mayor diseminación del conocimiento. Un conocimiento que en apariencia está cada vez más cerca de los "ciudadanos comunes" a través de las nuevas tecnologías o mediante la apertura de los mercados a proveedores extranjeros de educación, que apuntan en particular a los países menos desarrollados, quienes buscan suplir de esa forma sus carencias.

Por otro, la incontrastable realidad parece mostrar día a día cómo el mercado estandariza el menú y los combos se preparan pensando en los comensales de los países desarrollados, para quienes los ingredientes educativos -las asignaturas- deben satisfacer el sabor de la ecuación costo-beneficio, en desmedro de las materias más "insulsas" -o menos rentables- como las ciencias humanas. No sólo se limita el espectro de asignaturas ofrecidas; se lo restringe al modelo occidental hegemónico. Ni hablar del costo que implicará el acceso a estos menús educativos, ya que la comercialización de la educación superior supone la privatización de la oferta educativa. Una oferta que cada vez más gente mirará desde fuera, por la imposibilidad de acceder económicamente a la misma, agudizando así la desigualdad social.

Finalmente, la controversia hoy pasa también por reconocer que dejar a la educación a merced de las fuerzas del mercado implica desconocer que esta es un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este debate se centra, de igual modo, en aceptar la importancia que la educación tiene y debe tener para el desarrollo de las sociedades. En este entendido, y a juzgar por lo que se comienza a ver, esta Macdonalización parece suponer que la investigación está motivada no por lo que conviene al bien común sino por lo que las grandes empresas consideran lucrativo.

En este marco, la universidad privada se constituye en uno de los motores que profundizan la segmentación, la fragmentación y las desigualdades sociales: podrá estudiar en ellas quienes tengan los recursos para costear una carrera. Para ello, se establecen sistemas de financiamiento que endeudan a los estudiantes y sus familias, los cuales deben rembolsar préstamos (a veces cuantiosos y a largo plazo) una vez que obtengan un título y se incorporen al mercado laboral.

¿Alternativas?

Evidentemente, los cambios que se suceden en la educación superior latinoamericana en la contemporaneidad, y que hemos venido puntualizando hasta aquí, son producto de las profundas transformaciones que sufre el sistema social en general, enmarcado en los procesos de globalización neoliberal que tiene lugar desde la primera mitad de los años ochenta del siglo XX.

Como es ampliamente conocido, América Latina se ha convertido en la región del mundo en donde, a partir de finales de la década de los noventa, se ha venido experimentando una serie de movimientos socio-políticos que exploran la forma de desvincularse de ese tipo de modelo de desarrollo. Estos movimientos encuentran su génesis tanto en formas políticas tradicionales, como en aquellas que se desprenden de la acción de los nuevos movimientos sociales. Todas deben ser entendidas como búsquedas, como propuestas, como intentos por encontrar alternativas más democráticas al estado de cosas que anteriormente presentamos.

Inmersas en las dinámicas antes descritas, las instituciones universitarias parecen no tener suficiente dinamismo para generar cambios que las transformen y resuelvan las situaciones de ambivalencia en las que se encuentran. Desde su seno, sin embargo, grupos vinculados a los llamados nuevos movimientos sociales, o desde estos mismo, han surgido algunas propuestas en torno a cómo reorientar la educación superior pública; dada su naturaleza, éstos ponen énfasis en la creación de modelos educativos que tengan una estrecha ligazón con las necesidades e intereses de aquellos grupos que, habiendo sufrido las mayores consecuencias negativas de la implementación de las políticas neoliberales, han adquirido altas cotas de conciencia política contestataria frente al sistema. Las propuestas resultantes son, por lo tanto, portadoras de un alto contenido de criticidad frente al sistema, y pugnan por la construcción de un pensamiento alternativo al prevaleciente en la esfera de lo oficial.

A continuación presentamos, a manera de ejemplo, dos casos que ilustran lo antedicho; el primero de ellos, que nace del seno de la Escuela de Psicología de la Universidad de Rosario, Argentina, se preocupa por renovar no solamente los contenidos vehiculados sino, también, gestar nuevo conocimiento a partir de procesos participativos. El segundo, nacido de uno de los movimientos sociales de nuevo tipo más conocidos de América Latina, las Madres de la Plaza de Mayo, de Argentina, recuerda aquellos ensayos de centros populares vinculados a la educación que el naciente movimiento contestatario (obrero, sindical, anarquista, socialista y espiritualista) de principios del siglo XX impulsó.

Caso Nº 1:Una experiencia auto-organizativa en gestación como alternativa a la universidad estatal en descomposición y la universidad de mercado emergente: la Universidad Experimental (UX) (Rosario, Argentina)

La universidad experimental (UX) es un proyecto que funciona en la ciudad de Rosario, Argentina, y que se propone construir un espacio público no-estatal en el que coexistan tres áreas relacionadas: autoformación, laboratorio teórico y co-investigación. Es un intento de producir formas constituyentes de militancia que tengan como terreno existencial los problemas del saber y el pensamiento, de su producción y de su capacidad de producir efectos políticos en las experiencias de auto-organización social.

Es por ello que se propone ir más allá de la crítica de la universidad estatal en descomposición y de la universidad de mercado emergente. En este sentido, la universidad experimental prefigura la universidad pública no-estatal (7): un modelo de universidad contemporánea alternativa a la universidad de mercado. Para ello, se avanza también en la elaboración de un horizonte de composición con movimientos sociales que sostengan procesos de autoorganización a través de los cuales se construyan formas de vida basadas en la autonomía de la producción colectiva.

Organización

1. autoformación: una organización modular

Se propone un recorrido que pueda irse deteniendo en distintos dispositivos de producción de subjetividad contemporáneos (8): el amor, el trabajo, el mercado, la universidad y las problemáticas de género. Y a través de ellos, dentro de ellos, contra ellos, más allá de ellos, los procesos de autoorganización, los dispositivos de autoalteración de la vida que producen tiempos y espacios de singularización en los que podemos decidir cómo queremos vivir.

2. laboratorio teórico

La idea de contar con un laboratorio teórico radica en el deseo de construir un colectivo de trabajo para imaginar conceptos, hipótesis y maneras de pensar que luego puedan ponerse en disponibilidad como herramientas o recursos para el pensamiento en situación. Como espacio de práctica teórica, el laboratorio se orientaría a producir teoría no tanto a partir de problemas y situaciones específicas sino a partir del trabajo de la imaginación. Esto implica experimentar, probar, testear ciertas configuraciones de pensamiento (hipótesis, conceptos), darles forma, complejizarlas, y luego socializarlas para que devengan recursos disponibles para las situaciones de intervención.

En suma, se trata de la constitución de un grupo que se reúna periódicamente a formalizar y repensar los conceptos e hipótesis que venimos utilizando y a imaginar otros nuevos que puedan vislumbrarse como útiles de cara a un futuro.

3. co-investigación y auto-investigación

La co-investigación es una forma de investigación militante que supone un trabajo de cooperación productiva entre colectivos heterogéneos, para poder pensar a partir del encuentro ciertas problemáticas que no podrían pensarse por separado, con la premisa de que el saber generado tiene que ser útil para operar al interior de las prácticas que cada colectivo sostiene.

Por otro lado, la auto-investigación es otra modalidad de la investigación militante en la cual un colectivo construye un proceso de análisis de sus propias condiciones a partir de un recorrido exploratorio por los puntos visibles e invisibles de sus prácticas.

En ambos casos, se trata de constituir experiencias de pensamiento que intensifiquen el desarrollo de la autoorganización social.

4. ejes y espacios transversales

Los procesos de producción de subjetividad y sus relaciones con las prácticas de autoorganización son ejes transversales que atravesarán todas las instancias de la UX (subjetividad amorosa, subjetividad laboral, subjetividad femenina, subjetividad mercantil, subjetividad universitaria, etc.)

La UX desarrolla además un proceso permanente de investigación y formación pedagógica, dedicado a pensar y proponer dispositivos pedagógicos universitarios que constituyan un aporte metodológico a una experiencia de estas características.

La UX dispone, también, de un conjunto de actividades transversales por fuera del cronograma de los módulos de autoformación: debates, jornadas de pensamiento y presentaciones de libros. Estos espacios estarán destinados a presentar problemáticas específicas para intensificar redes de cooperación productiva.

5. modos de participación

Las decisiones generales de la universidad experimental se toman en una asamblea de problematización, elaboración y gestión. Esta asamblea asume la coordinación general del proyecto, las relaciones políticas e institucionales globales, el financiamiento, la promoción del espacio y la gestión de lo imprevisto. Están planeadas reuniones semanales para balancear, registrar, discutir, (auto)criticar, reflexionar sobre las tensiones que vayan produciéndose, etc.

La gestión de cada módulo de auto-formación, de cada espacio de co-investigación y del laboratorio teórico, es asumido por equipos autónomos de elaboración.

6. financiamiento

Los recursos financieros de la UX provienen de la organización de jornadas, eventos y fiestas. Los participantes de las distintas instancias de la UX (miembro de la asamblea de gestión, integrante de equipo autónomo de elaboración, cursante) están convocados a colaborar con el trabajo que hará posible el sustento material del espacio.

Caso Nº 2:Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo

En 1999, la Asociación Madres de Plaza de Mayo, decide crear lo que ellos llamaron “un nuevo espacio de resistencia”: la Universidad Popular. En septiembre de ese año, a partir del Seminario de Análisis Crítico de la Realidad Argentina (1983-1999) dictado en la Librería de las Madres y del Café Literario "Osvaldo Bayer", comienza a constituirse este nuevo proyecto, mientras se van levantando las futuras aulas.En abril del año 2000, se inaugura el proyecto que busca ensamblar cultura y política en la formación de los estudiantes.

Así esta Universidad Popular tiene el propósito de estimular un pensamiento crítico y organizar ámbitos grupales de reflexión creativa. Articular la teoría y la práctica, generar herramientas para disputar la hegemonía intelectual, abrir un espacio para que los sectores populares y los nuevos movimientos sociales puedan participar y crear formas de construcción política.

La Universidad Popular se propone superar las prácticas educativas del sistema, legitimadoras de la opresión. La Universidad pretende recuperar las tradiciones de luchas populares, transformar la sociedad y a nosotros mismos, en el saber y la lucha.

Todos los espacios de discusión político-académico que construye la Universidad Popular encuentran su validez en la praxis que se ha sostenido a lo largo de estos años de experiencia junto a las Madres de Plaza de Mayo.

Integran la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo más de ochocientos estudiantes y ciento cuarenta docentes quienes, participan en las distintas Carreras, Seminarios y Talleres apoyados todos ellos por un equipo de no docentes, llevando adelante en su conjunto este proyecto.

La Universidad dicta:
1) Carreras: Derechos Humanos, Psicología Social, Periodismo de Investigación, Economía Política y Social, Educación Popular, Cine Documental, Cooperativismo, Psicodrama, Lic. en Trabajo Social y a partir del año 2007 Abogacía, las dos últimas con título habilitante.
2) Seminarios: Leer El Capital, Introducción al Psicoanálisis, Teología de la Liberación, Arte Rehabilitación e Integración Social y Seminario de Lectura: Pensadores Marxistas Latinoamericanos.
3) Cátedras Bolivarianas: Historia Latinoamericana, Historia del Movimiento Obrero.4) Clases Públicas: Conflictos Sociales y Lucha Obrera, La Historia Argentina que no nos contaron, Ciclo de Resumen Latinoamericano.5) Materias de cursada obligatoria para todas las Carreras: Cátedra de Formación Política Ernesto Che Guevara, Cátedra de Formación Política Carlos Marx, Cátedra Historia de las Madres de Plaza de Mayo.

Integran la propuesta político-cultural de la Universidad, la Biblioteca "Julio Huasi", la Librería de las Madres, el Café Literario "Osvaldo Bayer", Ediciones Madres de Plaza de Mayo y la Videoteca de las Madres, completando la oferta de material necesario para el desarrollo de los estudios e investigaciones de estudiantes y docentes.

En sus pocos años de existencia, la Universidad ha gestado numerosas producciones académicas: videos, cortos, libros, cuadernillos; además de establecer y profundizar lazos solidarios y de mutuo aprendizaje con diversos movimientos sociales: trabajadores desocupados, fábricas recuperadas, asambleas barriales, piqueteros de todo el país.

La Universidad está constituida por un Consejo Directivo, con representación estudiantil, docente, no docente y de las Madres de Plaza de Mayo. Un Comité Académico formado por Coordinadores de Carreras y Seminarios Anuales. Un Comité Administrativo integrado por estudiantes, docentes y no docentes. Juntas de Carrera en las que participan docentes y estudiantes de las distintas disciplinas que se dictan en la Universidad Popular.

Conclusiones

1. El modelo civilizatorio neoliberal ha penetrado en la universidad pública estatal y ha provocado, en su seno, el desencadenamiento de una serie de procesos que desnaturalizan algunos de los objetivos básicos para los que fueron creadas en América Latina. Uno de ellos, que debe asociarse el tipo de universidad que nació con la reforma de Córdoba a inicios del siglo XX, es el que se propone que la educación constituya un mecanismo (a veces el principal) de movilidad social contribuyendo, de esta forma, a la democratización de la sociedad en su conjunto.

2. La universidad pública se ha visto compelida a desdibujar el modelo de institución abierta a todos los sectores sociales, viéndose inmersa en procesos que la orientan hacia la comercialización de los servicios que ofrece.

3. La puesta en marcha de este modelo ha propiciado, también, una cada vez mayor segmentación al interior mismo de la universidad. Aquellas áreas que se encuentren más en consonancia con la concepción tecnocrática del desarrollo que promueve el neoliberalismo y que, por lo tanto, serán objeto de una mayor demanda, serán más “exitosas” en la venta de servicios y tendrán más recursos. Las humanidades, las artes y las ciencias sociales se encuentran en el ámbito de las disciplinas y áreas del conocimiento consideradas prescindibles por este modelo, con lo que se transformarán en espacios tendentes a la marginalidad.

4. El paradigma de educación superior del neolibealismo es la universidad privada. Esta sido promovida tanto por los gobiernos como por los organismos financieros internacionales. La universidad privada contribuye a reproducir los rasgos antidemocráticos que se deriva de la cultura neoliberal, y colaborará en la creación de una sociedad cada vez más desigual y polarizada.

5. Las alternativas a esta situación son difíciles de ubicar. No se detecta que las instituciones públicas de educación superior latinoamericanas generen movimientos que rompan radicalmente con esta situación, aunque de su seno puedan surgir propuestas que sí se lo propongan. A tono con los tiempos que corren, éstas pondrán especial énfasis en plantear iniciativas que vinculen a la universidad con los nuevos movimientos sociales, que hoy por hoy, tienen buena parte del protagonismo antisistémico que caracteriza a la convulsa situación política latinoamericana.

¿Podrán surgir de ahí nuevas propuestas educativas que renueven los vínculos de la universidad con la sociedad en su conjunto? ¿Podrá la universidad retomar su papel democratizador en la estructura social? ¿Tendrán esas nuevas propuestas la fuerza suficiente para no transformarse, también ellas, en propuestas para una elite? ¿Serán capaces las experiencias nacionales que impulsan alternativas al modelo neoliberal en América Latina, de gestar un tipo de universidad que responda a los requerimientos de esa época de cambios socio-políticos inéditos que construyen; que responda a las necesidades de la crisis ecológica en marcha que amenaza con ponerle fin a la presencia del género humano sobre la Tierra? Estas y muchas otras preguntas quedan sobre el tapete.

Notas:

1) En “Sobre mercados y utopías: la victoria ideológico-cultural del neoliberalismo”; Memoria; México, marzo 2002.

2) Se entiende por Consenso de Washington un listado de políticas económicas consideradas durante los años 1990 por los organismos financieros internacionales y centros económicos con sede en Washington DC, Estados Unidos, como el mejor programa económico que los países debían aplicar para impulsar el crecimiento.

Estas políticas pasaban por: 1) la disciplina fiscal; 2) el reordenamiento de las prioridades del gasto público; 3) la reforma impositiva; 4) la liberalización de las tasas de interés; 5) una tasa de cambio competitiva; 6) la liberalización del comercio internacional (trade liberalization); 7) la liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas; 8) las privatizaciones; 9) la desregulación; 10) los derechos de propiedad.

3) Op.cit.

4) Véase Orienta Caponi y Humberto Mendoza; “El neoliberalismo y la educación” en http://www.actaodontologica.com/ediciones/1997/3/neoliberalismo_educacion.asp.

5) Son el resultado de las políticas de flexibilización laboral.

6) “La tiranía del statu quo”; Editorial Ariel; Barcelona; 1934; pg.. 188.

7) Dice su documento fundacional: “La universidad experimental no confronta ni desconoce a la universidad estatal sino que la habita desde otra lógica. A diferencia de otros proyectos militantes su gesto no es tanto el éxodo como el campamento. Éste responde, antes que a una cuestión ideológica, a una concreta disponibilidad de recursos. La hipótesis piquetera colabora en mostrar la vinculación que tenemos con la universidad estatal: no queremos disputar cargos, no queremos gestionar la institución, no queremos el centro de estudiantes. Lo que nos interesa es la apropiación de recursos para la autogestión de nuestros proyectos. En definitiva, apostamos a la sustracción de los intercambios sociales universitarios sometidos a las regulaciones estatales y mercantiles para componerlos con los procesos autónomos de producción de la vida social. Intentamos funcionar como una plataforma de conexiones entre los implicados en la experiencia y los procesos de autoorganización social. Esperamos que este proceso de apertura y articulación nos conduzca continuamente al rediseño del proyecto de la ux”; en “porqué la UX”; Borrador UX 2007(http://universidadexperimental.wiki-site.com/index.php/Borrador_ux_2007).

8) El acento de los módulos en aspectos de la subjetividad proviene del hecho que la UX nace, como ya acotamos antes, en el seno de la Escuela de Psicología de la Universidad de Rosario, y apenas empieza a expandirse hacia otras áreas del saber y el conocimiento.


Rafael Cuevas Molina es profesor-investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos (IDELA) y del Doctorado en Letras y Artes para América Central (DILAAC) de la Universidad Nacional de Costa Rica.

Referencias:
Borón, Atilio; “Sobre mercados y utopías: la victoria ideológico-cultural del neoliberalismo”, Memoria (México, marzo 2002).
Friedman, Milton y Rose Friedman; La tiranía del statu quo (Barcelona, Editorial Ariel, 1934).
Gadotti, Moacir (e colaboradores) Perspecivas Atuais da Educação (Porto Alegre, ArtMed Editora, 2000).
García Selgas, Fernando y José B. Monleón (editores) Retos de la Postmodernidad (Madrid, Editorial Trotta, 1999).
Levin, Henry M. (editor) Privatizing Education. Can de Marketplace Deliver Choice, Efficiency, Equity, and Social Cohesion? (Boulder, Colorado, Westview Press, 2001).
Morrow, Raymond Allen & Carlos Alberto Torres. Teoría Social e Educação. Uma Crítica das Teorías da Reprodução Social e Cultural. (Porto, Portugal, Edições Afrontamento, 1997.)
Torres, Carlos Alberto y Guillermo Gonzales Rivera (compiladores). Sociología de la Educación (Buenos Aires, Miño y Dávila Editores, 1994, segunda edición).
Torres, Carlos Alberto, Miserias y Grandezas de la Educación Latinoamericana en el Siglo XX. En Carlos A. Torres, (compilador) Educación y Sociedad en América Latina (Buenos Aires, FLACSO, 2001)
Torres, Carlos Alberto, Sociología Política da Educação (São Paulo, Cortez Editora, 1993--segunda edición, prólogo de Moacir Gadotti).Torres, Carlos Alberto. Educación, Democracia y Multiculturalismo (México, Siglo XXI Editores, 2001.)
Torres, Carlos Alberto. Las Secretas Aventuras del Orden. Estado y Educación (Buenos Aires, Miño y Dávila Editores, 1996--prólogo de Atilio Borón).“Privatización de la educación”; en http://www.choike.org/nuevo/informes/1185.html.“Universidad Experimental”; en http://universidadexperimental.wiki-site.com/index.php/Borrador_ux_2007
ARGENPRESS
20-03-09