miércoles, 1 de julio de 2009

LA DECENCIA
POLÍTICA
Alberto Mosquera Moquillaza

En política, incluso bajo las coordenadas de la democracia burguesa, la decencia tiene que ver con la conducta responsable y respetuosa, por tanto digna, que se asume ante los ciudadanos, el país y ante la propia conciencia. Si buscáramos un ejemplo, lo tendríamos en el maestro Raúl Porras Barrenechea, quien en 1960, siendo Canciller de la República, se opuso en Costa Rica a la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos, soportando las presiones del imperio norteamericano y desobedeciendo la orden del Presidente Manuel Prado, quien se había sumado al complot orquestado contra la isla caribeña. Porras fue fiel al principio de la no intervención en los asuntos de un Estado y respetuoso de la libre determinación de los pueblos, pero ante todo se allanó al mandato de su conciencia democrática y de hombre de bien.

En el Perú, sin embargo, la palabra decencia no figura en el vocabulario de sus parlamentarios, en especial de aquellos que al margen de todo principio suelen organizar correlaciones de fuerza de acuerdo a sus aspiraciones mezquinas, sin tomar en cuenta los intereses del país, de sus pueblos, y de la propia democracia a la que dicen defender, pero a la que realmente torpedean con sus conductas sinuosas y prebendarias.

Afirmamos que no conocen el vocablo decencia porque el día de ayer, colocándose de espaldas al país - me remito a las encuestas divulgadas y a las opiniones de connotadas personalidades ajenas a los cambalaches políticos-esos congresistas permitieron que el Premier Yehude Simon y la Ministra Mercedes Cabanillas - responsables políticos de los trágicos sucesos de Bagua del 5 de junio pasado- sortearan la censura, que en cualquier Parlamento decente se hubiera dado; en tanto y en cuanto, ateniéndonos únicamente a las prácticas parlamentarias, ninguno de los dos Ministros supo responder satisfactoriamente a las preguntas previas de los pliegos interpelatorios.

Si los citados Ministros, en otra actitud vergonzosa se negaron a renunciar inmediatamente después de los hechos de Bagua, o si el Presidente de la República los blindó políticamente, al Congreso le correspondía - sobre todo si no superaron el examen de la interpelación-actuar quitándole su confianza. De acuerdo a la Constitución, la censura al Premier se hubiera llevado de encuentro a todo el gabinete, dando paso a una situación transitoriamente inestable aunque superable como ha ocurrido en otras oportunidades, pero que hubieran apuntalado la democracia, el Parlamento y al propio Ejecutivo, tan venidos a menos en la conciencia de las mayorías nacionales, como lo demuestran levantamientos como la de los pueblos amazónicos, o las propias encuestas de opinión regularmente divulgadas.

De acuerdo a los hechos arriba anotados no es cierto, como afirma el Presidente de la República - léase su artículo A la fe de la inmensa mayoría, publicado recientemente en el diario Expreso de Lima- que la inestabilidad y la zozobra la creen los "antisistema", convertidos en "representantes de la penetración externa", según nuestro Primer Mandatario. Los desestabilizadores, los que hacen perder la fe en la democracia, los que generan derrotismo, son los propios actores del sistema, que en este caso tienen la investidura de congresistas; los mismos que en la víspera de los infaustos hechos del 5 de junio se negaron a derogar los decretos leyes cuestionados por las comunidades nativas, echándole leña al fuego con las sinrazones que arguyeron, pero que inmediatamente después del baño de sangre - oficialmente murieron en Bagua 24 policías y 10 civiles- dieron un giro de 180 grados, demostrándole al Perú y al mundo la justeza de los reclamos amazónicos.

Por esto es que afirmamos que la democracia en el Perú se cae sola. En pleno siglo XXI, esa democracia, reajustada en los 90 para canalizar la voracidad del neoliberalismo, hace agua, porque no es capaz de incorporar al Perú de todas las sangres, agravando su crisis con sainetes como los de ayer, donde las abstenciones y las ausencias tienen un precio, como ha ocurrido con anterioridad. Con congresistas de esa calaña, siguiendo la lógica del Presidente García, los chavistas sobran.

Al final de la sesión congresal, más de un legislador que se opuso a la censura exclamó: ¡ha triunfado la democracia! Parafraseando a Pierre Calame diría si pues, así ha sido, pero es una democracia hecha añicos.
Lima, 1 de julio de 2009

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