LAS VERDADERAS
UNIVERSIDADES
Alfredo Miró Quesada
Ante el surgimiento de instituciones que malamente se llaman universidades, debemos plantearnos dos objetivos concretos: definir qué es una universidad y qué hacer para evitar —de una vez por todas— los fraudes de estas instituciones que nos desprestigian y que son un mal ejemplo para nuestros hijos y para todo el país.
En primer lugar, desde la antigüedad las universidades han definido sus misiones en tres ámbitos fundamentales: la formación de profesionales, la investigación científica y tecnológica, y la promoción y difusión del arte y la cultura.
Esta taxonomía de las misiones es definida puramente con fines de análisis, pues las tres interactúan íntimamente para formar egresados integralmente formados, con sólidos principios morales y éticos, creativos y creadores de nuevas realidades, y con sentido de pertenencia a su suelo y de solidaridad con sus semejantes.
Finalmente, para disminuir o evitar la proliferación de estas malas instituciones, la experiencia ha ido definiendo tres elementos importantes: la acreditación social de la calidad educativa universitaria, la creación y autorización de las nuevas universidades por los poderes ejecutivos de los gobiernos y las agencias que supervisan la calidad de los servicios que se entregan a los consumidores.
En el caso peruano, debiera el Estado, en representación de la sociedad en su conjunto, tomar tres acciones concretas: fomentar y promover la acreditación social de la educación, vía entidades acreditadoras independientes impulsadas —por ejemplo— por la Confiep, primera interesada en la calidad universitaria, o por los colegios profesionales, suponemos también interesados. Igualmente, se pudiera estimular la acreditación con instituciones internacionales.
En segundo lugar, el Gobierno, vía el Ministerio de Educación con el apoyo de las entidades acreditadoras, debiera ser la única institución que estudiara y aprobara la creación de nuevas universidades. El Consejo para la Autorización de Funcionamiento de Universidades (Conafu) de la Asamblea Nacional de Rectores (ANR) ha posibilitado la instalación de universidades de baja calidad, no ha fomentado una sana competencia que eleve la calidad y ha propiciado la degeneración de la institución universitaria.
En tercer lugar, la institución que debe velar por la calidad, integridad y veracidad de los bienes y servicios que se entregan a los consumidores —el Indecopi— debería tener mucho que hacer frente a campañas universitarias millonarias que prometen maravillosos servicios universitarios careciendo de profesores calificados, de los mínimos servicios universitarios y —muchas veces— de la más elemental infraestructura.
Con estas tres consideraciones finales que nacen de la experiencia de sistemas universitarios íntegros y exitosos, pudiéramos evitarnos la vergüenza de tener instituciones universitarias plagadas de litigios que pretenden resolver satisfaciendo a jueces y adulando a congresistas.
El Comercio
24-11-09
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