miércoles, 22 de abril de 2009

EL JUICIO A FUJIMORI
IMPLICANCIAS
PARA SAN MARCOS
Pronunciamiento de Acuerdo Institucional

El proceso judicial a Fujimori, que por sus implicancias políticas es el más
importante de nuestra historia, estuvo en el centro de la atención aún más allá de
nuestras fronteras, pero, como viene ocurriendo con relación a los temas capitales en
nuestro país (incluyendo la problemática universitaria), en la primera universidad
del Perú, conducida de la autonomía al autismo por la actual gestión, ensimismada en
el frívolo reparto de cuotas de poder, nada indicaba interés institucional alguno en
promover el seguimiento y debate del reciente veredicto, al que siguió un absurdo
cierrapuertas, con absoluto y vergonzoso silencio al respecto.

¿Cuáles son, entonces, los grandes temas que mantienen tan ocupado y tenso
a nuestro Consejo Universitario? ¿Cuál es la opinión autorizada de nuestro Rector en
torno al país cuya primera universidad dirige? ¿Alguien la conoce? ¿Hubo quien la
oyera alguna vez? ¿Alguno de los decanos incondicionales que se disputan ya la
continuidad de esta gestión manipulando contratos, nombramientos, candidaturas
estudiantiles y hasta las decisiones del Comité Electoral o sus propios grados
académicos, muestra igual interés por definir una opinión institucional sobre los más
importantes problemas nacionales?
Afirma cierto discurso familiar en la universidad que ella es el reflejo del país. Esta vez, quienes teniendo el control de los órganos de gobierno de San Marcos, toman las decisiones básicas que afectan su marcha, se han dado maña para que así sea, constituyéndose en fiel correlato de la mediocre y autoritaria “clase política” que controla los órganos de gobierno nacionales.
Por lo tanto, la explicación del rotundo silencio del “izquierdismo”
variopinto (“se muerden pero no se pasan”) que medra en torno al rectorado, sobre el
proceso a Fujimori, no puede limitarse a su ya proverbial “desubicación” más allá de
los muros derruidos, o a la medianía intelectual allí predominante: remite a una
honda afinidad con una mentalidad y una conducta política de la cual el fujimorismo,
con o sin Fujimori, constituye el paradigma en nuestro país.
Nos referimos a esa letal mezcla de frivolidad, ausencia de sentido moral, autoritarismo y voracidad por el poder que se traduce en la compra de voluntades y el castigo a los que disienten, el copamiento de las instituciones y su empleo para servir intereses particulares.
¿Qué otra cosa señala la sistemática cooptación de la dirigencia sindical
docente o de la representación estudiantil en los órganos de gobierno colegiados,
mediante impúdicas prebendas para sus “operadores políticos”? ¿Cómo se explica la
presencia de estudiantes (es un decir, a juzgar por su deplorable record académico)
como “asesores” o directivos remunerados en áreas que requieren alta competencia
técnica y académica? ¿Por qué razón fueron intervenidos espacios como el Fondo
Editorial, que prestigiaba a nuestra universidad y ahora se halla sumido en seria
crisis? ¿Cuál es la autoridad moral o académica de “autoridades” (decanos) que
financian repugnantes pasquines difamatorios como “el aguijón”, del más puro estilo
montesinista (el ladrón que grita: ¡atrapen al ladrón!), editado por un eterno
“estudiante” de Educación (¡!) de retorcida personalidad lumpenesca?
Poco importa aquí la delirante retórica, supuestamente “radical”, de tales “dirigentes” y
“directivos”, excepto como síntoma adicional de una práctica y un discurso
esquizofrénico alentado desde el núcleo mismo del poder.
Celebramos, por ello, con entusiasmo, la condena de Fujimori, porque aporta
sustantivamente al desmontaje y superación de la lumpenización de la sociedad y la
política que tanto daño ha hecho a nuestro país, incluyendo la universidad, en cuyo
enrarecido clima político –cuesta decirlo- tuvo tal mentalidad conveniente caldo de
cultivo: no por casualidad aquel reo, mediocre profesor (¿suena familiar?), logró
capturar el rectorado de una importante universidad pública (¿qué actores y discursos
políticos en la universidad contribuyeron a ello?), para luego presidir la ANR y, con
aquella “experiencia”, cometer mayores fechorías desde la presidencia de la República.
Si la universidad pública produjo aquel engendro, que tanto daño hizo al Perú, nos
corresponde ahora contribuir, con la regeneración moral de la política universitaria, a
la superación de aquella pesada herencia y la democratización del país. Los integrantes
de Acuerdo Institucional Sanmarquino, nos ratificamos en esa voluntad, porque sabemos
que es también la voluntad de la mayoría de la comunidad universitaria.

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