martes, 18 de mayo de 2010

SOBRE CRÍTICA
Y AUTOCRÍTICA
Alberto Mosquera Moquillaza


En una ponencia quizá olvidada del viejo Popper, sobre la tolerancia y la responsabilidad intelectual sustentada en la Universidad de Tubinga, el profesor austriaco decía que la vieja posición ético-profesional llevaba a encubrir nuestros errores, a ocultarlos, para de esta manera olvidarlos los más rápidamente posible. A esa práctica incorrecta, escribió Popper, había que anteponer un nuevo principio: el reconocimiento autocrítico de nuestros errores para aprender de ellos, reconociendo y valorando la importancia de la crítica para ubicarlos y superarlos. De ahí la trascendencia de la tolerancia para asumir las críticas como práctica intelectual cotidiana, como de la aceptación consciente del aserto de que encubrir errores es “el mayor pecado intelectual”.

Ese aprendizaje a partir de nuestros errores supone, según Popper, un análisis total, por todos lados de los mismos “para llegar a su causa”.

En ese marco ético-profesional el ejercicio autocrítico del profesor Isaac Ospino es apenas un fogonazo, importante como primer esfuerzo, pero que de no ser rápidamente enriquecido será pasto del olvido o cobertura para seguir cometiendo los mismos errores. En este sentido mi crítica se orienta a evitar que ello ocurra, tratando de hacer lo que el profesor Ospino o no ha querido o no ha podido hacer.

Simplemente como ejemplo. En el análisis de los problemas de la Facultad no todo puede reducirse a lo que hizo o no hizo el decano, aunque comparta, palabra por palabra, lo que el colega señala. A mi juicio, el error capital de Ospino y sus compañeros del Movimiento Democrático de Docentes (MDD) estuvo en su punto de partida: atreverse a dirigir una Facultad sin tener la más mínima noción del estado real de la institución a la hora en que se hicieron del poder, -era bueno, sin desconocer deficiencias ni limitaciones- ni de lo que querían en términos de objetivos y metas a mediano y largo plazo, en un contexto académico y profesional cambiante de un siglo XXI raudo y controvertido.

Graficando lo que pasó: luego de la victoria se distribuyeron los puestos, las oficinas, los escritorios y las computadoras. A nadie se le ocurrió pedir hojas de vida, planes de trabajo, proyectos o ideas. Se había ganado el poder y había que disfrutarlo, hasta ahora…

Es decir la improvisación total, que entre otras manifestaciones se expresa patéticamente en la inexistencia de un Plan estratégico, como lo manda el abc de la gestión moderna; a pesar que ESTRADE, cuando les dejó la administración, entregó las bases de dicho Plan, que podrían haberlas evaluado y corregido para ponerles el sello de su orientación, si acaso esta hubiera existido, pero los hechos indican que nada de esto hubo. A lo sumo llegaron a distribuir la copia de esas bases y punto. Es decir, a la improvisación se sumó la incapacidad y la negligencia, que trajo como consecuencia que la Facultad marchara hacia donde corría el viento, de tumbo en tumbo, desgraciadamente hasta el presente.

Esa misma forma de entender las cosas la mantienen hasta hoy. De otra manera no nos explicamos cómo, a 3 años de estar en el gobierno de la Facultad, y a 7 días de las elecciones docentes, el MDD nos entregue el documento pomposamente llamado “Identidad Institucional con transparencia en la gestión”, que en el fondo no dice absolutamente nada sobre el estado de la situación en la Facultad, mucho menos sobre un plan mínimo de acciones que conduzcan a afrontar la crisis que la erosiona. El documento es puro verbo, que desde un punto de vista estrictamente técnico – perdonen la crudeza- no sirve para nada. Metafóricamente hablando, están en el zoológico, pero no quieren ver el elefante que tienen ante sus ojos y que amenaza con aplastarlos.

¿Cómo explicar entonces el origen y la actuación del MDD? Ha sido y sigue siendo un conglomerado de ambiciones personales, iras y pasiones de diferente índole. No es un gregario racional de profesionales y técnicos. Han fracasado en la gestión de la Facultad, - lo dice todo el mundo, incluyendo sus propios miembros- pero quieren seguir en el poder, tienen incluso hasta un predecano, que si los corrillos no fallan, es un colega que trabajando tras bambalinas tiene tanta o más responsabilidad que el decano saliente en la crisis de la Facultad.
En conclusión, si el profesor Ospino quiere realmente corregir sus errores, en primer lugar debe reexaminar su autocrítica, de lo contrario ésta será como hasta ahora un simple globo de ensayo.

Finalmente, no dejo de valorar la intención del colega, pero como todos sabemos de buenas intenciones está empedrado el infierno; además, en medio de la crisis de la Facultad lo que se necesita es mucho más que eso. Se requieren académicos y profesionales en el arte de la gestión, acostumbrados a trabajar en equipo y con la capacidad crítica y autocrítica para ir monitoreando y corrigiendo los resultados de la gestión. Los desafíos son tremendos. La Facultad ha perdido 3 años, mientras la competencia los ha ganado. Habrá que reposicionarse a grandes trancos con el concurso abierto y plural de docentes, estudiantes y trabajadores administrativos.

Otrosí digo: no es exacto decir que ESTRADE es ahora Academia y Desarrollo. Afirmarlo es una falta de respeto a los colegas que proviniendo de otras canteras han dado vida a una experiencia colectiva cuya mira va más allá de las elecciones del 25 de mayo, sin que ello signifique que ESTRADE pierda su conocida identidad como lo está demostrando, pese a quien le pese.

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