Q.E.P.D.
Alberto Mosquera Moquillaza
La revista de la Facultad de Ciencias Económicas, técnicamente, ha dejado de existir. Su último número, el 31, que cubrió el periodo julio-diciembre del año 2007, fue entregado al final de ese mismo año, y habiendo transcurrido catorce meses desde esa oportunidad es indudable que si de una publicación trimestral hablamos – así está internacional y nacionalmente registrada- pues esa revista ha epilogado, llevándose de encuentro una excepcional experiencia editorial de más de una década, donde los héroes fueron los docentes de la Facultad que con sus escritos dieron vida al proyecto.
La revista podrá volver a salir, hacemos votos porque sea así; pero, para el mundo académico y científico, que se mueve hoy bajo el imperio de las publicaciones indexadas, la regularidad editorial es una norma insoslayable, especie de signo vital que demuestra la existencia de una comunidad intelectual activa, inquieta, palpitante, capaz de entregar periódicamente el producto de sus pesquisas y reflexiones.
Lamentable lo ocurrido, pero explicable. Lo habíamos dicho con anterioridad: una revista será sostenible en el tiempo si es que existe un proyecto de desarrollo establecido. Con una Facultad que marcha al vaivén del día a día, era previsible lo que iba a ocurrir.
¿Qué hacer? La respuesta está en nuestras manos: los adelantos tecnológicos nos permiten ahora contar con la posibilidad de acceder al mundo de las revistas o publicaciones electrónicas. Lo podemos hacer individual o colectivamente. Lo dijimos hace algún tiempo: ¡A falta de revista, bueno es un blog! Fuimos conscientes de que no hay economista de prestigio internacional o nacional que no cuente con su propia página web, su blog, o con sus declaraciones y conferencias colgadas en youtube. En la Facultad hay colegas que están en esa avanzada tecnológica: Humberto Campodónico, Jorge Manco, Carlos Aquino, Miguel Pisfil, entre otros.
En cuanto a la Facultad, si pone en orden sus coordenadas (¿las tendrá?) es indudable que ese será el futuro de sus publicaciones. Creemos que ahí no hay nada que discutir. Así como individualmente no hay intelectual que no esté animando una página web o un blog (téngase como ejemplo el caso del escritor José Saramago, un hombre de 80 años: www.josesaramago.org), no existe entidad académica o científica en el planeta que no se haya incorporado a los espacios de los internautas.
Si se las compara con las publicaciones impresas, en la práctica el proceso de construcción de esas revistas electrónicas es el mismo, incluso pueden ser también indexadas. Es decir que la calidad científica de los artículos, su originalidad, su nivel académico, el buen manejo del idioma (¡sálvanos dios del analfabetismo funcional!), tendrán también que ser salvaguardados para obtener el visto bueno de los pares a la hora del arbitraje externo.
Ese es el desafío, individual o colectivo.
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