EL PORTERO LLAMA
DOS VECES
Augusto Álvarez Rodrich
El debate sobre las lecciones de Michael Porter.
El gurú mundial de la competitividad, Michael Porter, vino a Lima y, en vez de lisonjear al gobierno, tuvo el acierto de zamaquear la autocomplacencia que este y un sector del empresariado suelen exhibir.
Según Porter, el Perú carece de una estrategia de competitividad de largo plazo y, si bien ha progresado en la macroeconomía, ha sido mediocre en terrenos cruciales como la infraestructura, la educación o la competitividad.
No todos estuvieron de acuerdo con el profesor del Harvard Business School. Desde los molestos en un gobierno acostumbrado a solicitar –o ponerse él mismo– estrellitas de buena conducta en la frente, hasta economistas como Richard Webb, quien ayer señaló que, a diferencia de lo planteado por Porter, las exportaciones con valor agregado no están estancadas, el empleo sí ha crecido, y la inversión extranjera no solo ha comprado firmas existentes sino que también ha creado nuevas.
Eso es cierto, pero el planteamiento de Porter es en esencia correcto y contrasta con el espíritu autocomplaciente que prima en el gobierno y en una parte de un empresariado que cree que el éxito de una nación solo se lee en la última línea de los estados de resultados de la gestión de sus compañías.
La lección de Porter es refrescante especialmente para respaldar –por su prestigio– lo que muchos vienen anotando desde hace tiempo y que, cuando lo hacen, son tildados de aguafiestas, criticones, agoreros y todas esas cosas con las que se llenan la boca el presidente, los apristas y varios ministros.
En esencia, que el crecimiento –como el tan importante registrado en el Perú en las últimas dos décadas– es un factor indispensable para el desarrollo pero, sin duda, insuficiente para dar el gran salto a la modernidad y lograr pasar de la categoría de países que solo crecen a la primera liga mundial de las que progresan como nación y que la historia reciente ha demostrado que –como en Singapur, Taiwán o Nueva Zelanda– es un proceso que se puede conseguir en alrededor de cuatro décadas si las cosas se hacen consistentemente bien.
Esto requiere reformas profundas en educación, salud, seguridad, justicia, organización del sector público y del servicio civil, y la competitividad de las empresas y de la sociedad en su conjunto. Es decir, la agenda pendiente desde hace tiempo en el país y que ningún presidente peruano de por lo menos el último medio siglo ha tenido el coraje de emprender.
La República
8-12-09
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