viernes, 12 de septiembre de 2008



El Perú demanda otro camino
RECUPERAR LA VISIÓN DE FUTURO
Alberto Mosquera Moquillaza

Estamos como el cangrejo, caminando hacia atrás. Mientras el economista bengalí Muhammad Yunus, el creador de los bancos para pobres y convicto defensor de la economía de mercado, suele confesar públicamente que su gran sueño es acabar con la pobreza, en tanto que ésta “no debe tener cabida en una sociedad humana civilizada”, debiendo por tanto pasar a ocupar un lugar en el museo de la historia; en el Perú, los sectores más esclarecidos del mundo de la política y de la intelectualidad, se sienten satisfechos porque la pobreza en el país esté disminuyendo a cuentagotas en la costa – aunque en algunos departamentos de la sierra como Huancavelica, aumente- no sintiéndose comprometidos, hasta donde se puede observar, de pelear justamente porque ese mundo de sufrimiento y angustia que conlleva la pobreza realmente desaparezca, contentándose con impulsar políticas de asistencia que está convirtiendo en menesterosos a más del 44% de la población peruana que según el PNUD – con cifras del 2006 – se hallan bajo el umbral de tan precaria situación.

Esas políticas de beneficencia, como las que el gobierno actual está impulsando (repartir entre gallos y medianoche bolsas de víveres por un valor de 25 nuevos soles) entre las familias limeñas de extrema pobreza, para paliar dizque los efectos del explosivo aumento de los precios de los alimentos, según el profesor Yunus, sólo sirve para aliviar nuestras conciencias, pero no para afrontar la solución del problema; con el agravante de estar haciendo añicos la dignidad de millones de compatriotas que desde 1990, en el marco del modelo económico vigente, espera la prometida redistribución de la riqueza generada.

¿Por qué esos sectores políticos e intelectuales que ayer nada más soñaban en el Perú con eliminar la pobreza, hoy se contentan con impulsar y fortalecer los llamados programas sociales ¿La respuesta hay que encontrarla en la gran ofensiva ideológica desatada en las últimas décadas contra lo que la burguesía denominó “dinosaurios” del pensamiento social, que incluyó a los socialistas de todos los colores y matices, opuestos al neoliberalismo en boga; y que derivó, en el mejor de los casos con el “congelamiento”, por esos sectores, de sus propuestas radicales, o en el peor, con la franca abdicación de los postulados socialistas de la primera hora.

En otras palabras se está bailando al ritmo impuesto por la burguesía en el poder, sin que exista, creo yo, una capacidad de respuesta en las que el sueño de largo plazo, adecuadamente fundamentado cautive a las mayorías nacionales. Hoy existen, sin embargo, condiciones objetivas para la formulación de esa propuesta, que nacen de las propias contradicciones y limitaciones de la globalización capitalista. Una de ellas, específicamente, es la hambruna que se expande en el planeta como consecuencia del alza de productos como el trigo y el arroz, originada justamente por las prioridades establecidas por el orden vigente, y en el cual la alimentación para los pobres no es precisamente prioridad de prioridades, a pesar de existir acuerdos vinculantes que debían orientarse a marchar en ese sentido.

José Carlos Mariátegui, en una de las conferencias que sustentó en la Universidad Gonzáles Prada, a poco de llegar de Europa, señaló una gran verdad. Él dijo que “un gran ideal humano, una gran aspiración humana no brota del cerebro ni emerge de la imaginación de un hombre más o menos genial. Brota de la vida. Emerge de la realidad histórica. Es la realidad histórica presente”. Esto es lo que queremos dejar en claro cuando hacemos hincapié en que hay que recuperar la visión de futuro: desde las condiciones concretas del desenvolvimiento del capitalismo en la actualidad es posible hacerlo, a condición por supuesto de romper con el embotamiento ideológico generado a nivel mundial, y que en el caso peruano adquiere una dimensión especial por el nivel que alcanzó la confrontación social.

Aclaramos que no se trata de abandonar las reivindicaciones del presente, pero teniendo en cuenta que la defensa de ellas, por más radicalidad con la que se presenten, puede ser empleada, en determinadas circunstancias, para fortalecer ideológicamente el orden imperante. Un claro ejemplo de ello lo constituye la protesta de los estudiantes sanmarquinos contra la construcción de un by pass en el campus universitario. Para cierta prensa, este movimiento, – a pesar de la violencia –debe ser visto con optimismo porque indica que la vieja agenda universitaria “de influencia marxista” está siendo sustituida “por banderas más concretas y liberales de lucha”, como lo es, según esos círculos, la defensa del derecho de propiedad, “el más liberal y capitalista de los derechos”.

www.tercaopinion.org

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