viernes, 12 de septiembre de 2008


TLC para qué:
LOS FANTASMAS DEL PASADO

Hugo Lezama Coca
Cuando prácticamente se han extinguido las voces y la parafernalia que la cumbre ALC-UE provocó semanas atrás en la ciudad de Lima, es bueno constatar que pese a todos los discursos rimbombantes y acuerdos, prácticamente ha pasado a ser una reunión más, de esas que como se decía antiguamente permiten dar una limosna a los menesterosos para poder dormir en paz los días siguientes. Lo más rescatable quizás haya sido la insistencia del anfitrión, y no tanto de Colombia, para llegar a un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, con la oposición de Ecuador y Bolivia.

La estrategia del más importante bloque europeo pareciera que es otra. A ellos no les apura tener un libre comercio con los países andinos al estilo de Estados Unidos de Norteamérica, u otro país asiático. Mas bien sus intereses van por otro camino, como por ejemplo atender el tema de la pobreza y el medio ambiente, quizás por los problemas de inmigración que afrontan, y de preservación de bosques y recursos naturales, tema que quisiéramos dejarlo ahí, por cuanto otro es el objetivo de este articulo.

El asunto va más por el lado de los gobernantes peruanos, desesperados por suscribir un TLC con Europa a toda costa. Tal comportamiento deviene de una concepción o estrategia económica que tienen las actuales autoridades y muchos economistas oficialistas, alineados con el proyecto de hacer del comercio exterior un vehiculo para el desarrollo de país; convencidos como están de que sólo con la conquista de nuevos mercados para la “inmensa gama de productos peruanos” se acabarán los grandes males que agobian por años a la economía nacional.

Allí están los acuerdos con EEUU y últimamente con Canadá y Singapur, y los que se anuncian como inminentes con China, Chile, Japón, México, Corea del Sur, etc. Siguiendo la definición de lo que encierra ese tipo de acuerdo, lo que estamos firmando o por firmar es un libre tránsito de bienes entre el Perú y los países mencionados sin las trabas que medidas arancelarias o para arancelarias implican y da la sensación de que nuestra producción para exportar es ilimitada, y que debemos de ofertarla antes de que perezca o permanezca en el suelo o subsuelo; que inviertan los que quieran exportar y eso en nuestro modesto entender no es así. Da la impresión de que se estuviese poniendo la carreta antes que los bueyes.

Esta estrategia es contraria a la que se implementó en décadas pasadas: realizar un proceso de industrialización, que no pretendemos defenderla pero que cumplió un rol importante en el desarrollo de las fuerzas productivas del país y les cambió la cara a los agentes de la economía nacional. Sin embargo esa estrategia colapsó porque fundamentalmente las economías se cerraron y no permitieron que a través del intercambio fuésemos beneficiarios del progreso técnico que da el comercio exterior, originando que nuestras industrias, que se habían quedado en el proceso inicial de sustitución de importaciones, se volvieran obsoletas e ineficientes.
En la actualidad, a mi juicio, aunque con otro ropaje estamos cometiendo los mismos errores del pasado, que por ahora no afloran gracias al extraordinario boom de las exportaciones mineras y de variados bienes manufactureros como los agropecuarios o los textiles. Con los acuerdos tipo TLC lo que va a existir en el mercado nacional es una mayor presencia de productos extranjeros, esencialmente manufacturados que desplazarán aún mas a la poca industria nacional que está quedando. O es que ya estamos renunciando a la posibilidad de un modelo distinto, por ejemplo de una industrialización renovada que permita una absorción de la abundante mano de obra que tenemos

Claro que con la intensificación de acuerdos comerciales lo que quedaría es la exportación de productos tradicionales, en la que siempre hemos destacado, productos mineros, por ejemplo. Parece que éste será el resultado esperado de llegar a los acuerdos finales con todos los países con los que se pretende suscribir los TLC. Se juega a que este boom minero va a durar mucho tiempo desperdiciando años y recursos para mirarnos internamente. ¿Qué pasará cuando bajen los precios de los metales? ¿Otra vez a las políticas de shock o implorar a Dios para que nos ayude?

¿Con esa estrategia trataremos de combatir males como el desempleo y la pobreza? Nos especializaremos en bienes con bajo valor agregado, insumidor de poca mano de obra, dejando que el mercado por si solo fije las posibilidades de desarrollo de la economía nacional y que la actuación del Estado pusilánime se limite a avalar con sus TLC y su ayuda social el futuro del país.

Publicado: 06/06/2008

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