De hecho, en el momento actual, la ciencia económica oficial sufre reveses sucesivos. Ella sirvió de sostén ideológico de una ofensiva política que buscaba hacer retroceder la economía a un mundo mucho más imaginario que real. La pretensión de establecer un Estado mínimo y entregar la suerte de la humanidad al funcionamiento de un mítico “libre mercado” era una propuesta que pretendía hacer retroceder el pensamiento social al universo teórico del siglo XVIII, al más puro individualismo posesivo.
Para realizar esta operación intelectual era necesario retroceder también la metodología científica a sus primordios. Ella se alineo a un rigoroso método deductivo, basado en una matemática formalista, ignorando todos los avances hechos por las ciencias durante los Siglos XIX y XX. Se han ignorado los avances de la psicología, del psicoanálisis, de la historia, de las ciencias sociales en general, de la dialéctica y del marxismo, del existencialismo, de todo el esfuerzo teórico y empírico realizado por los avances científicos de los dos últimos siglos.
Triste tarea esta de formalizar un mundo sin monopolio y sin capitalismo de Estado, formas dominantes de la realidad económica de nuestro tiempo. Triste destino el de una “ciencia” económica que ignora en sus conceptos básicos la dinámica de la revolución científico técnica que comanda la lógica de funcionamiento de la sociedad moderna. En mi libro Del Terror a la Esperanza: Auge y Decadencia del Neoliberalismo, Monte Ávila Editorial, Caracas, 2007, he estudiado en detalle la formación de esta propuesta ideológica, que se presentó como un pensamiento único, tesis que se hizo aún más autoritaria al apoyarse en la pretensión del fin de la historia, tesis aparentemente consagrada por los acontecimientos de 1989-91 en la ex Unión Soviética y en el llamado “socialismo real” de Europa Oriental.
Triste tarea la de negar las contradicciones que componen el modo de producción capitalista, presentado como la economía, que se sitúa incluso por sobre los regímenes económicos que eran por lo menos reconocidos en la época de la hegemonía del keynesianismo. ¿Cómo fue posible negar el rol del gasto militar en la lógica del capitalismo contemporáneo? ¿Cómo fue posible ignorar la realidad de las contradicciones entre el Norte y el Sur y del desarrollo dependiente? ¿Cómo fue posible negar el carácter centralizador y excluyente del capitalismo dependiente? Me acuerdo por ejemplo del capítulo del libro de Fukuyama dedicado a negar cualquier valor científico a la teoría o enfoque de la dependencia que, según él, estaría superada por los hechos.
Qué dura lección para estos autores representa la profundización de las crisis mundiales que se manifiestan en los últimos años, aún en los años de expansión y crecimiento capitalista. Lo más duro, sin embargo, se configura en la presente crisis de la hegemonía del capital financiero que creció apoyándose en la ideología neoliberal.
Una ideología que se apoya en la noción del equilibrio fiscal, cambiario y monetario, considerados como los fundamentos mismos de la economía, patrocina los mayores déficits fiscales, cambiarios y el más absoluto desequilibrio monetario. Una ideología que reivindicaba el Estado mínimo para permitir el reino del “libre mercado” convertido en una entidad metafísica capaz de asegurar la realización de la plena felicidad de los individuos posesivos. Una ideología que ayudó a crear el mundo de las privatizaciones que, según ella, aseguraría la eficiencia económica, la óptima localización de los recursos, el óptimo económico en fin y la felicidad correspondiente al reconocimiento por parte de las instituciones de la verdadera “naturaleza humana”.
La imposición del mundo del “libre mercado” que privatizó las empresas de propiedad pública, desató la competencia violenta en ramas enteras de la economía, sólo produjo la oligopolización de los sectores sometidos a estas experiencias aventureras; como el transporte aéreo que se redujo, hoy en día, a un numero mínimo de empresas. El capital financiero, liberado por la falta de regulación, ha llevado al mercado mundial a un oligopolio de 5 grandes bancos que dominan 50% de las operaciones interbancarias mundiales.
Paradojalmente este régimen de “libre mercado” nos condujo a mayor intervención estatal, necesaria para asegurar la supervivencia de este gigantesco, inútil y concentrador sector financiero. Al ver desmoronarse ante nuestros ojos estas pretensiones de excelencia económica, tantas veces elogiadas por los llamados “neo liberales”, asistimos también a unas exigencias absurdas de los propios neoliberales de más intervención estatal para salvar el sistema financiero en derrocada.
El “paquete” monstruoso de recursos levantados por el gobierno de los Estados Unidos y ahora por la Unión Europea no hace sino profundizar el déficit fiscal y los desequilibrios económicos que nos llevaron a la crisis actual. Estos gigantescos recursos que se pretenden entregar a los mayores bancos (es decir, a los grupos oligopólicos) para depurar los títulos “podridos”, son emitidos a favor de este mismo sistema financiero que los creó.
Al inicio de la década del 1990, Japón entró en una crisis similar de su sector financiero. El Estado japonés asumió la tarea de proteger este sistema inútil y excepcionalmente caro. Fue así que vimos un país que no tenía la escasez de liquidez que caracteriza los Estados Unidos y la Europa actual generar una deuda pública colosal y una inseguridad económica destructora de las conquistas impresionantes que había acumulado esta economía en las décadas de los 70 y 80.
Algo similar, pero más grave, ocurre con los Estados Unidos ahora. Y una Europa que parecía respetar el dinero público, colocado en esta operación de rescate del sector financiero nacionalizando los bancos en los cuales coloca su dinero, parece que camina junto con los Estados Unidos, bajo la tutela del Fondo Monetario Internacional, para transferir recursos públicos destinados a asegurar liquides a monopolios bancarios decadentes.
Debemos esperar, por lo tanto, cualquier que sean las soluciones encaminadas, que las principales potencias capitalistas pasen por un período de bajo crecimiento económico, aumento del desempleo, deterioro de su tejido social e intentos xenófobos de detener la emigración.
Y estas manifestaciones negativas están ocurriendo en años de crecimiento económico moderado pero aún significativo si comparados con los 26 años de depresión mantenidos entre 1967 y 1993.
En los años venideros, las potencias emergentes del tan maltratado Tercer Mundo deberán reorientar sus economías hacia sus mercados internos y hacia sus mercados regionales, asegurando un crecimiento económico más sólido, aprovechando sus superávits comerciales para aumentar sus ampliadas reservas internacionales que deberán ser mantenidas para asegurar un crecimiento continuado.
Estamos, por lo tanto, frente a una recolocación masiva de los recursos generados en el Tercer Mundo, sobre todo si los Estados de estas regiones asumen el control del crecimiento en la dirección de un desarrollo humano y ecológicamente sostenible. Estaríamos asistiendo así a cambios geopolíticos fundamentales que anuncian un verdadero Nuevo Orden Económico Mundial.
La creatividad del Sur ha crecido en este nuevo período con el resurgimiento de los carteles de materias primas, principalmente la OPEP, con la creación del Banco del Sur, con la implantación de un fondo financiero asiático, con la reorientación de sus crecientes reservas hacia la zona del euro, además de fortalecer posibles monedas regionales (o una moneda o una canasta de monedas asiáticas) o una futura moneda regional de la América del Sur.
Lo fundamental es que no nos dejemos llevar por el canto de sirena de los “economistas” del Norte y no utilicemos un solo centavo de nuestras divisas para ayudarlos en la presente crisis de liquidez. Por el contrario, tenemos que aprovechar nuestras reservas y las necesidades y debilidades de ellos para reforzar nuestros mercados internos, la importación de tecnologías de punta, nuestro avance científico tecnológico, el aumento de la igualdad social, el desgaste definitivo de nuestras oligarquías dependientes y subordinadas que estarán buscando mil fórmulas de servir a sus señores.
El aumento de nuestra capacidad de negociación, el desarrollo de nuevos instrumentos diplomáticos, la cohesión de nuestros intereses comunes se articulan con el aumento de conciencia de nuestros pueblos, la elevación del nivel de vida de los más necesitados, el acceso masivo a la educación desde las capas más profundas de nuestros pueblos, el respeto a la identidad y a la cultura de nuestros pueblos originarios, así como a la fuerza civilizatoria de nuestro proceso de mestizaje, el combate a los hábitos oligárquicos de nuestras clases dominantes que tienden a reproducirse en nuestras clases medias y en sus prejuicios contra el trabajo y los trabajadores. Tenemos que forjar un hombre nuevo capaz de revolucionar las relaciones humanas en nuestras sociedades.
Creo que no puede haber duda de que el esfuerzo teórico en que estuve directamente implicado de repensar nuestra realidad desde el punto de vista de la expansión internacional del capitalismo, desde sus formas comerciales en los Siglos XV a XVII, pasando posteriormente por la afirmación de un capitalismo industrial, que brota en el Siglo XVIII, transformado en un modo de producción hegemónico en dirección a la conquista de todo el planeta.
La teoría de la dependencia - cuyo balance realizamos en nuestro libro Teoría de la Dependencia: Balance y Perspectivas, Editorial Plaza y Janés, México, 2002 y Editorial
Sudamericana, Buenos Aires, 2002 - abrió camino para una etapa superior del pensamiento social latinoamericano e internacional, sobretodo con el desarrollo de una teoría del sistema mundial en la cual contribuimos ampliamente. Hoy día podemos presentar una vigorosa contribución de un sin número de científicos sociales hacia una comprensión mucho más profunda de las fuerzas sociales y las dinámicas socio-económicas que mueven nuestros pueblos.
Podemos decir con cierto orgullo que este esfuerzo está en la base de los cambios de orientación programática, estratégica y táctica que permite un cambio en profundidad del panorama político e intelectual del subcontinente latinoamericano. Este esfuerzo teórico y político ha sido fundamental para superar el enfoque euro-céntrico que estuvo en la base de la formación y desarrollo de las Ciencias Sociales contemporáneas. Este enfoque eurocéntrico, construido desde el centro del imperialismo, fue cuestionado a partir de la Conferencia de Bandung, en 1955, cuando los pueblos asiáticos y africanos, en liberación del colonialismo, insurgieron contra la dominación cultural y reivindicaron su fuerza civilizatoria que se recuperaba con la formación de sus Estados Nacionales.
Aquí en América Latina, los movimientos populares en asenso en todo el siglo XX, se expresaron en revoluciones tan radicales como la mexicana de 1910-17, el levantamiento Sandinista y los varios levantamiento menores de los años 20 y 30, las revoluciones de Bolivia en 1952, de Guatemala en 1954, la cubana en 1958, y las experiencias gubernamentales llamadas despectivamente populistas, hasta las experiencias socialistas de Salvador Allende en Chile y las propuestas radicales de la revolución peruana, que traía a la escena política los militares progresistas como nueva fuerza revolucionaria. También representaron importantes marcos de la lucha continental los levantamientos guerrilleros que a pesar de varias derrotas terminaron victoriosos en Nicaragua e influenciaron fuertemente la retoma de la democracia en la región.
Esta revolución multiforme está en marcha en América Latina y en gran parte de la humanidad. El fracaso del pensamiento único es mucho más profundo en las capas sociales más explotadas. Hay una nueva subjetividad que se desarrolla desde abajo hacia arriba cuestionando las soluciones individualistas y expresándose en nuevas formas de manifestaciones populares, como las memorables marchas de los forum sociales que surgieron en Porto Alegre y se diseminaron por todo el mundo.
Esta subjetividad emergente se refleja también en la votación masiva en gobiernos populares que se vienen instituyendo en América Latina, después de años de lucha para restablecer la democracia en la región, pero también en otras regiones del globo:
Un militar insurrecto originario de las poblaciones pobres de Venezuela; un obrero que viene de las más sufridas capas de la sociedad brasileña; un indígena líder cocalero en Bolivia; un ciudadano médico en el Uruguay; un liderazgo peronista de provincia en Argentina; un ex obispo miembro de la teología de la liberación en Paraguay; un intelectual de la izquierda cristiana en Ecuador, y ahora un ex condenado, bajo la acusación de terrorista, en una posición importante de comando en el Perú.
¡¿Dios mío, dónde andan las oligarquías?! Ocultándose detrás de medios de comunicación al servicio de campañas de desprestigio y confrontación con estos nuevos liderazgos…. Conspirando contra el despertar de sus pueblos. Intentando restablecer los golpes de Estado (pero con fuerzas armadas que conocieron el precio de servir a sus oligarquías y que no quieren someterse más a sus objetivos antinacionales). Buscando el camino del separatismo o atacando a sus países vecinos, apostando en la desestabilización del Continente Sudamericano, que empieza a unirse en torno de UNASUR. En todas estas ocasiones encontraron la oposición de la conciencia democrática que se afirma en la región donde una diplomacia más independiente comienza a hablar el lenguaje de nuestros pueblos y no de los dominadores.
Hay mucho que hacer. Hay mucho que estudiar y comprender de esta nueva realidad. El pensamiento social latinoamericano está frente a desafíos colosales. Tiene sobretodo que volcarse hacia su propia realidad. Creemos que el legado de nuestro esfuerzo teórico deberá ser parte importante de estos nuevos intentos. Creo por lo tanto que este homenaje, que recibo, hoy corresponde a toda una generación, entre los cuales recuerdo el nombre de Ruy Mauro Marini y André Gunder Frank entre tantos otros.
Aquí estoy en la tierra de los grandes pensadores latinoamericanos, entre los cuales destaca esta mente excepcional y esta dedicación revolucionaria que fue José Carlos Mariátegui.
Aquí estoy en la Universidad Decana de las Américas, que entregó el honor de su Doctorado Honoris Causa a los libertadores de América Latina: San Martín y Bolívar.
Pero también, más recientemente, reconoció el valor de la teología de la liberación, entregando su doctorado Honoris Causa a Gustavo Gutiérrez y reconoció el aporte fundamental de la teoría del sistema mundial homenajeando a Inmanuel Wallerstein.
Me enorgullecen tan nobles y valiosas compañías.
Aquí, en este templo del saber y de la libertad, les entrego mi gratitud, con la promesa de luchar por poner el conocimiento a servicio de nuestra emancipación, sumándome al gran movimiento de ideas que esta Casa abriga por historia y tradición.