miércoles, 8 de octubre de 2008

POBRE RICARDO

Cláudio Lembo
São Paulo
Perplejidad. No puede ser verdad. Es increíble. Sin embargo, ocurrió. La avanzada economía del mundo entró en colapso. Se podían imaginar fracturas financieras en cualquier parte.
Jamás, sin embargo, en los Estados Unidos de América.
Sus universidades se cansaron de formular doctrinas y preconizar instrumentos de buenas prácticas corporativas. EE.UU. les enseñó a todos los pueblos cómo actuar en materia económica. Incentivaron la creación de bancos centrales por todas partes. Concibieron agencias regulatorias. Estas elaboraron normas y fiscalizaron.

Tantas exigencias impuestas a las demás sociedades. Mayores advertencias y lecciones. Estados Unidos se presentaba como señor de todas las verdades.

La rigurosa ética calvinista parecía presente en todas las acciones del capitalismo norteamericano. Mera apariencia. El substrato de sus instituciones financieras contenía el germen de la ganancia. Los operadores astutos sólo se preocupaban por sus beneficios. Nada de pensar en la corporación y en sus accionistas. Al accionista bastaba darle una rosa el día de la asamblea.

Estados Unidos presencia una ruda quiebra de valores morales y culturales. Desde sus orígenes, cuando los pioneros se instalaron en la Costa Este, un código ético se impuso. Era riguroso. Se basaba en fuertes principios. Todos originarios de las confesiones religiosas de los primeros colonos: calvinistas, presbiterianos y otras ramas de la Reforma Religiosa.
Figura expresiva de aquellos tiempos, Benjamin Franklin, a pesar de mundano, se preocupaba con la salud moral de sus conciudadanos. Activo y audaz se lanzó en varias tareas. Inventó equipos, entre ellos el pararrayos. Se Preocupó con la elaboración de vacunas. Se interesó por el arte de la impresión. Creó sociedades filosóficas.
Este hombre inquieto observó la alteración de costumbres. Los colonos se enriquecían, cambiaban los hábitos de vida simple por el lujo. Se envanecían.
Ya no utilizaban platos de metal, optaron por la porcelana. Las vestimentas se volvieron sofisticadas, importadas. Se vivía en las ciudades del Este exactamente como en las mejores de Francia y de Inglaterra.
Todo esto perturbó a Benjamin Franklin. No tuvo dudas. Creó un periódico - The Saturday Evening Post - para divulgar noticias verdaderas. Avanzó. Editó un almanaque que fue un éxito. Ediciones anuales de más de diez mil ejemplares. Una enormidad para la época. ¿Y su nombre? "Pobre Ricardo". Era brillante y divertido.
¿El objetivo del exitoso almanaque? La crítica de las costumbres. A partir de proverbios conocidos, muchas veces reelaborados, Franklin observaba los acontecimientos e indirectamente ofrecía críticas.
Poor Richard's Almanack en el año 1.757, publicó un texto de Benjamin Franklin. Se hizo célebre en las colonias. Se transformó en uno de los documentos fundamentales de la historia norteamericana.
Se llamaba "El discurso de Papá Abraham - El camino de la riqueza". Un viejo sensible y de canas blancas le discursa a la multitud. Esta aguarda una subasta pública.
Surgen, a partir de la charla de Abraham, lecciones sencillas de bienvivir. Nada sofisticado. Todo directo, lineal. Enseñó el buen anciano que "no hay ganancias sin pérdidas".
Fue más allá. Recomendó: Domina tus asuntos, no dejes que ellos te dominen. Recordó la importancia de vigilar los propios negocios. No es bueno fiarse de los otros.
La lectura parece ingenua, casi pueril, de otros tiempos. Surge, sin embargo, una pregunta. ¿Se olvidaron los americanos de las enseñanzas de los Padres Fundadores? ¿De Benjamin Franklin?
La actual crisis muestra que sí. Se envolvieron en el consumo y en el lujo. Se apartaron de los valores esenciales del pasado. Dilapidaron valores contenidos en sus raíces profundas.
Perdieron el rumbo. En el naufragio, los americanos delegan fuerte lección a los países periféricos. No abandonen sus formas esenciales de vida. Preserven sus costumbres. Cierren sus puertos.
Terra Magazine
8-10-08

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