martes, 28 de octubre de 2008

DE BLINDAJES Y
AJUSTES
Javier M. Iguíñiz Echeverría

Hasta hace muy poco el debate era sobre el origen del aumento de la inflación y sobre las herramientas para detenerla; hoy, el dilema es, más bien, sobre la aceptación del aumento o disminución de la inflación como una herramienta de ajuste. El ajuste entra a la discusión porque ya se reconoce que la economía en el Perú no está blindada. ¿Qué hacer? Vamos a organizar estas notas en torno a tres dilemas y niveles de acción inmediata: sobre remedios más focalizados, sobre objetivos mesoeconómicos con aspectos abiertamente redistributivos, y sobre otros de más amplio espectro, más típicamente macroeconómicos.

En primer lugar, es necesario que el gobierno y la sociedad establezcan aquello que debe estar "blindado" de los frenos en el aumento presupuestal, de la inflación y de su aumento, así como de otros problemas como el subempleo y el desempleo. Nos referimos, por ejemplo, al gasto público y a la movilización social que debe realizarse para que tantos niños y niñas no sigan siendo irreversiblemente dañados por la desnutrición.

En segundo lugar, deben tomarse medidas parciales y transitorias que redistribuyan más equitativamente ciertos costos del ajuste y reduzcan la magnitud del freno al crecimiento de la economía en su conjunto. Entre las múltiples mencionadas en los medios están aumentar impuestos a ciertos grupos muy minoritarios, aumentar el impuesto selectivo al consumo de bienes prescindibles, subir algunos aranceles, cobrar regalías a todas las mineras, todo ello con el objetivo de no sólo no disminuir sino de seguir aumentando el gasto público en educación, salud, infraestructura y justicia.

Pero nada de lo anterior basta, pues hacen falta medidas de más amplio espectro. Para ilustrarlo, recordemos el dilema entre inflación y recesión en la conocida frase al respecto del Presidente del Consejo de Ministros y que el país debería discutir para generar un consenso ciudadano sobre las medidas a tomar y minimizar la crisis.

Utilizar, en la medida en que se puede, la devaluación y el aumento de la inflación como herramienta supone cosas distintas en distintos momentos. Hasta estos días ha significado defender el tipo de cambio recurriendo a la reducción de las reservas. Por el contrario, permitir una cierta devaluación impulsaría un aumento en la inflación y, de ese modo, disminuiría el poder adquisitivo de la mayoría de los sueldos y salarios. Este es un primer tipo de impacto negativo.

Bajo ciertas condiciones, esto alivia los costos laborales de las empresas y facilita su funcionamiento. Al mismo tiempo, una devaluación estimula las exportaciones y propicia la continuidad de la experiencia exportadora no tradicional y encarece las importaciones protegiendo el mercado interno. Las tres cosas juntas, exportación, protección y reducción de costos laborales, hacen menos necesario despedir trabajadores.

Decidir por el contrario que se va a impedir, hasta donde se pueda, la devaluación y el aumento de la inflación equivale a usar las reservas, a sostener, en mayor medida que en el caso anterior, el poder adquisitivo de las remuneraciones pero también a los competidores de otros países. El resultado es un desempleo mayor que en el caso anterior y también una informalidad mayor. Este es un segundo tipo de impacto negativo. Hay, pues, dilema.

En resumen, a quiénes "blindar" es el primer dilema. Cómo distribuir los efectos de la crisis con medidas selectivas es el segundo. Cómo minimizar el efecto de conjunto el tercero.

Actualidad Económica
28-10-08

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